Hace algunos años, cuando mis hijos todavía eran un sueño inconsistente ante mis ojos, tuve una visión sobre lo que sería la maternidad. En esta visión, había helados y casas de muñecas, hora de lectura en el sofá, princesas de Disney y Dora La Exploradora, vestidos de punto y leggins de bolitas, trenzas y coletas, tiendas y mucha risa. Tenía tranquilidad, amor, alegría y, sobre todo, tenía PAZ.
Pero entonces, tuve a mis hijos.
Parecerá cruel decir que toda aquella visión que tuve de la maternidad se fue al inferno, pero… sí, mi visión de la maternidad se fue prácticamente al demonio.
¿Qué debía hacer yo con esas criaturas escandalosas y malolientes? Esas cosas que constantemente se mueven. Y escalan. Y Gritan. Y se pelean entre ellas. ¿Cómo podría yo, una mujer de extrema libertad, entender a esas criaturitas “quejumbrosas” capaces de orinar su propia cabeza?
Parecía una tarea imposible, pero aquí estoy para contar algunas cosas que aprendí después de 11 años criando a mis pequeños. Estoy segura de que este texto resultará muy familiar para todas aquellas madres de hijos varones.
1 – La Guerra de las Galaxias es una religión.
No importa si eras fan de George Lucas antes de tener a tus hijos. Te aseguro que vas a entender perfectamente la diferencia entre Darth Vader y Darth Maul. Te enamorarás de Han Solo (o de la Princesa Leia). Inclusive llamarás a tú hijo, para su sorpresa, el “pequeño aprendiz Padawan”. Esa obsesión con todas las cosas de Star Wars llega lejos y pega fuerte. Afecta a la población masculina y no hay un antídoto contra eso. Tampoco una cura. Ni siquiera la Organización Mundial de la Salud alertar sobre el fenómeno. De modo que hazte un favor a ti misma y, si no puedes contra ellos, únete a la Fuerza.
2 – Odiar y al mismo tiempo agradecer el hecho de que tu hijo fuera hombre.
Es algo difícil. Todas queremos que nuestros pequeños tengan éxito y, honestamente, los hombres, particularmente los hombres blancos, llevan toda una ventaja en este mundo loco en el que vivimos. Es más fácil para ellos. Y no nos gusta. Luchamos para cambiarlo. Luchamos contra eso con cada átomo de nuestro ser feminista. Pero en el fondo de nuestros pensamientos, respiramos con alivio al saber que nuestros hijos no pasarán por tantas dificultades como otros. Nos odiamos por eso, pero lo seguimos haciendo.
3 – Los niños dan los mejores abrazos.
Y besos. Y se acurrucan tan bien. Cuando recibes el abrazo de un hijo, te olvidas de todo. No hay otro motivo. No hay nada más aconteciendo en toda tu mente. El cariño de los niños es simple. Garantizo que no hay nada más puro y noble en este mundo.
4 – Los pedos son graciosos.
O por lo menos tus hijos creen que tienen mucho de hilarantes. Comenzarán a perfeccionar sus habilidades flatulentas a edades muy tempranas. Y cuanto más ruidoso, mejor. Cuando más hediondo, mejor y más divertido. Tu casa será ambientada con una sinfonía casi gloriosa de gases intestinales reproducidos por miles a lo largo del tiempo. Cierto día, en pleno estado de rendimiento por las peleas de los niños, terminarás por unirte a ellos. Ese día, izarás la bandera blanca de la rendición. La batalla acabó y tú perdiste. Entonces, ventosearás alegremente con ellos como si te hubieras unido a la manada.
5 – Todo se cubrirá de orina.
De verdad, todo. La taza del baño, el piso, el tapete del baño – que deberá ser sustituido no menos de cuarenta veces durante la infancia del pequeño –, el borde de la bañera y la pared. Ocasionalmente, incluso la ventana del baño… aparentemente, atinar al sanitario es mucho más difícil de lo que sugieren las leyes básicas de la física y la gravedad.
6 – Cualquier cosa puede convertirse en un arma.
Irremediablemente intentarás inculcar actitudes pacificas en las etapas tempranas de tus hijos pequeños, pero la verdad es que los niños adoran las armas. Ni siquiera tienes que comprarle una pistola carísima; a la mínima provocación ellos pueden crear su propio fusil con cualquier cosa que tengan a la mano: un plátano, rollo de papel higiénico, el control de la tv, el dedo índice… en fin, incluso sus penes pueden convertirse en un arma – aunque, como ya se mencionó en el punto 5, tienen que mejorar su puntería –. Pasé años luchando contra esta actitud hasta que me di cuenta que es algo innato. Mediante los juegos de disparos y espadas – por raro que parezca, siento menos ansiedad cuando mi hijo imita a un espadachín que cuando imita a un pistolero –, los niños aprenden a relacionarse, a comprender el sentido de lo bueno y lo malo y a controlar sus impulsos agresivos. El juego es normal pero, obviamente, hablo con mis hijos del peligro que representan las armas reales. Y les enseño el respeto básico por la vida humana.
7 – Los niños son extremadamente activos.
Desde el momento que salen de nuestro vientre y ven la luz, se apoderan del espacio donde se encuentran. Escalan los muebles. Se empujan unos a otros. Pelean sin motivo aparente, y un abrazo inocente entre hermanos puede transformarse en una catástrofe de un momento a otro. Perdí las cuentas de las veces que, en un único día, tuve que decir la frase: “Quédate quieto por un minuto hijo. Me estás colmando la paciencia”. A pesar de todo, esta presencia física activa es normal. Es la forma en que los niños se relacionan con el mundo. Incluso, los especialistas afirman que esto ayuda a crear relaciones positivas y a fomentar su inteligencia. Estoy convencida de que, basándome en esto, mis hijos se convertirá en un Albert Einstein y un Stephen Hawking, respectivamente.
8 – Lo niños no escuchan.
De verdad, nunca escuchan. Mis cuerdas vocales inflamadas y mi voz ronca de fumadora empedernida son el testigo perfecto de que ni siquiera los gritos tienen efecto. Pero la verdad es que la culpa no es totalmente de ellos. Hay estudios que señalan que, al nacer, los niños vienen con una menor sensibilidad de escucha que las niñas, y que esta diferencia no hace más que crecer con el tiempo. La audición de las pequeñas es mucho más sensible a los patrones del habla, haciéndose mucho más fácil para ellas escuchar lo que otros están diciendo. El cerebro de los niños desarrolla este talento con más lentitud que el cerebro de las niñas. Como consecuencia, puede ser que realmente no estén ignorando a su madre cuando alegremente dispersan sus Legos por cada centímetro de la sala. Aunque esto no calmará tu furia cuando llegues a pisar uno de los juguetes una y otra vez mientras lo llamas incesantemente. Una y otra vez… después de todo, es comprensible.
9 – Marvel vs DC Comics
Elige uno. ¿Cuál es el mejor? Tu hijo tendrá una preferencia muy definida y querrá saber tu opinión.
10 – La ropa tiene muy poco significado.
Es verdad, las compras son mucho más fáciles con los niños que con las niñas. No les importa lo que van a vestir. Sin embargo, el problema de esto es que tu hijo destruirá sistemáticamente cada pieza de ropa que le compres. Cualquiera que sea. Desgastará todos y cada uno de los pantalones y pijamas. Habrá abundantes manchas de hierba, manchas de comida, manchas de lodo y manchas de origen inidentificable. Vas a llorar la pérdida de ese dinero que tan duramente habías ganado. Y no hay nada que puedas hacer para remediarlo, excepto aceptar el hecho de que mandar al demonio desnudo a la escuela es algo mal visto en la mayoría de las sociedades.
11 – Los niños aman de forma incondicional.
Mi personalidad retentiva dice que sería mejor terminar esta lista con un número par, el 10, pero aún falta decir lo más importante que aprendí como madre de dos niños. Ellos aman incondicionalmente. Aman descaradamente. Aman con todo su corazoncito. Cuando tu hija, llena de razones, se empeñe para que la dejes tranquila, tu hijo simplemente ama… y ama. El amor de ellos es sólido. El amor de ellos es fuerte y consistente desde el inicio. Y se queda impregnado en la gente para siempre.
Texto original de Shannon Ralph.
Cuando carajos los hombres llegan a la edad de poder escuchar :/
Nel, yo no escucho cuando me dicen: «no tan fuerte amor, no tan dentro chiquito, por ahi no la aguanto papi…»
te lo dice tu mayate…
Sabes cuando supe que iba a tener un niño varón de primera impresión no estaba feliz he visto como sufre mi madre por su hijo mayor desde que se caso se olvido de toda la familia, después lo acepte es un gran reto educar a un hombre y pienso que vamos por buen camino, es un sol, es mi príncipe, es toda la ilusión de verlo convertido en el hombre que siempre soñaste conocer, eso para mi es mi hijo varón.
Empezando con Star Wars, esta lista se fue a la basura.
No todo… aunque con el punto uno estoy de acuerdo contigo
si tienes toda la razón , yo tengo dos niños varones y son la fuerza de mi ser ,,,, y no tienes que estar pensando que puedan llegar a sufrir por un bandido. o que las lastimen por cualquier cosa.