En la década de 1940, el Mariscal del Aire Sir Victor Goddard destacó como comandante de la Real Fuerza Aérea británica (RAF). Su carrera militar inició en 1920 como instructor del Escuadrón Aéreo de la Universidad de Cambridge, donde estudió ingeniería. Eventualmente, ascendió a comandante del escuadrón de bombarderos. Ante su buen desempeño, en 1935 el Ministerio del Aire le otorga la subdirección del departamento de inteligencia. Y es en esta época que Goddard experimenta un extraño fenómeno que lo intrigó el resto de sus días.
La visión del futuro de Victor Goddard.
En 1935, Victor Goddard realizaba un vuelo desde Andover, Inglaterra, con destino a Edimburgo, Escocia. Según detalló en el libro Flight Towards Reality, mientras se aproximaba a Edimburgo su aeronave pasó sobre un aeródromo en ruinas en la localidad de Drem, Escocia. A vuelo de pájaro, Goddard distinguió una base en evidente abandono desde hacía mucho tiempo. La mayor parte de la infraestructura estaba cubierta por vegetación y el ganado de una granja cercana pastoreaba en el aeródromo. El experimentado piloto no le dio mucha importancia y continuó volando hasta llegar a Edimburgo.
Tormenta misteriosa.
Días después, Goddard debía regresar a Andover y optó por seguir la misma ruta de vuelo. Antes de llegar al aeródromo abandonado, en el trayecto hacia Drem, empezó a volar en una tempestad. Goddard enfatiza que se trataba de una tormenta extraña de nubes amarillas, violentas ráfagas de viento y lluvias torrenciales. Completamente desorientado, decidió trepar por las nubes para no perder el control del avión. Guardaba la esperanza de encontrar un cielo despejado más arriba. Pero, aquella tormenta parecía infinita.
De un momento a otro, las nubes de tormenta finalmente se dispersaron y Goddard recuperó la visión del horizonte. Justo enfrente encontró el aeródromo de Drem. Aliviado por el hallazgo de un sitio familiar, dejó la tormenta atrás y continuó volando hacia el Sol con el cielo totalmente despejado. Pero, a medida que se acercaba al aeródromo observó que no se trataba del mismo sitio que vio durante el vuelo de ida. De hecho, no se parecía en nada a lo que recordaba.
Viaje en el tiempo.
Era un aeródromo en perfecto estado y repleto de actividad. La vegetación ya no estaba y la infraestructura lucía impecable. Cuatro aeronaves, pintadas de un amarillo brillante, estaban sobre la pista mientras los mecánicos trabajaban en ellas. Pero, el aspecto más extraño de esta visión es que Victor Goddard, pese a su enorme experiencia, no pudo identificar uno de los aviones. En todos los aviones que utilizaba la RAF, jamás observó un monoplano con esas características.
Como si no fuera suficiente con la visión de aviones amarillos, Goddard se sorprendió al encontrar que los mecánicos vestían overoles azules. Pues la norma era que todos los mecánicos llevaron ropa marrón. Sin tiempo para investigar lo que sucedía, apenas Goddard atravesó el aeródromo de Drem la tormenta lo engulló nuevamente. El cielo despejado y el Sol brillante en el horizonte fueron reemplazados por nubes amarillas y lluvias torrenciales. Nuevamente, el piloto luchó para mantener el control del avión mientras salía de la tormenta. Eventualmente, Victor Goddard aterrizó sano y salvo en Andover.
La confirmación del evento.
Cuando relató la extraña experiencia a sus colegas, ninguno creyó una sola palabra. Según los registros, el aeródromo de Drem quedó desocupado desde 1919. Y desde 1933 recibía escuadrones visitantes ocasionalmente. Por eso, resulta muy improbable que, durante aquel vuelo de 1935, Goddard observara un escuadrón activo, con aviones y mecánicos incluidos.
En 1939, cuatro años después del inexplicable evento, el aeródromo de Drem entró en funciones nuevamente. Lo transformaron, repavimentaron, activaron y asignaron a la No. 13 Flying Training School. Curiosamente, la RAF decidió que las aeronaves de entrenamiento debían pintarse de amarillo. Además, puso en servicio un nuevo monoplano: el Miles M.14 Magister. Ese mismo año, incluso la vestimenta de los mecánicos sufrió una actualización, pasando del marrón al azul. La visión de Victor Goddard se cumplió al pie de la letra.
Desde entonces, el célebre Mariscal del Aire vivió fascinado por los fenómenos paranormales. Murió convencido de que, en aquel vuelo de 1935, viajó al futuro.