Vladimir Fomin, el ruso que odia los pantalones y ama las faldas

Vladimir Fomin, de 44 años, residente de Kineshma, una ciudad en la región del Ivanovo en Rusia, es un hombre muy peculiar. Se convirtió en una celebridad en su país después de haber sido expulsado de la Universidad de las Matemáticas por negarse a vestir pantalones y caminar en ropa de mujer. Digamos que Vladimir es una drag queen rusa.

Vladimir no es el único hombre en el mundo que prefiere usar vestidos y faldas en lugar de pantalones, pero sus motivos son definitivamente especiales. Él no es gay o travesti, ni es una «loca» queriendo llamar la atención de los medios de comunicación. Vladimir sólo quiere defender los derechos de los hombres a usar cualquier tipo de ropa que les guste. Después de todo, en su forma de pensar, a las mujeres se les permite llevar pantalones, entonces, ¿porqué los hombres no pueden usar vestidos o faldas? Así que ¿por qué es considerado un raro?

El problema es que la lucha por los derechos del sexo fuerte han traído más que problemas. A pesar de ser uno de los estudiantes más brillantes de la Universidad de las Matemáticas Ivanovo y ganar una beca, fue expulsado debido a sus elecciones de moda, fue rechazado por la mayoría de sus amigos y familiares e incluso asaltado verbalmente y golpeado por los pobladores su ciudad natal, mientras caminaba con ropa de mujer. Pero a pesar de todos estos problemas, Vladimir Fomin continúa su lucha por el derecho a vestirse como él quiera, y espera algún día, ser capaz de caminar por las calles con sus faldas sin ser discriminados. Y mira, que el tipo tiene un armario con más de 30 vestidos.

Hubo un momento en que Vladimir llevaba pantalones. Incluso tenía una esposa e hijos, pero él dice que sus puntos de vista sobre moda masculina nunca han cambiado. En una entrevista con el diario ruso Chronometer, Vladimir dijo que siempre había estado celoso de los escoceses en que pueden utilizar faldas escocesas, y los antiguos romanos y griegos, que también no usaban pantalones, en su lugar utilizaban utilizaban atuendo que ondulaban en el viento mientras iban caminando de aquí para allá.

El desempleado ruso dice que a los 25 años se vio obligado a usar pantalones, lo peor que le ha pasado en su vida. Piensa que los pantalones tienen un efecto muy negativo en el estado de ánimo, el bienestar y la salud de hombres y mujeres. A sus ojos, los pantalones son una abominación lamentablemente aceptada por ambos sexos con el fin de ocultar la mayor parte de su cuerpo y complacer a sus parejas celosas. Y al parecer, él no es el único que se siente así, Vladimir dice que hay miles de personas ahí fuera que se llaman a sí mismos aficionados, pero tienen miedo de imitarlo.

Los problemas comenzaron cuando Vladimir decidió llevar ropa de mujer, pero hasta el momento no se sentía tan afectado por la crítica hasta que fue expulsado de la Universidad Estatal de Ivanovo. Después de escuchar a una señora de la limpieza decir que no estaba bien de la cabeza, Vladimir estaba tan enojado que tomó toda la ropa y decidió caminar desnudo en su dormitorio gritando que si a ella no le había gustado mirarlo vestido en falda, ahora tendría que verlo desnudo.

Ella hizo una denuncia y esa fue la razón por la que la universidad lo terminó expulsando. Intentó en una nueva universidad, pero no logró el permiso para usar uno de los dormitorios de la universidad, se vistió como un hombre, y como no tenía dinero para pagar la renta en otro lugar, fue expulsado de nuevo por no asistir a clases.

Vladimir Fomin dice que va en busca de la fama, podría haberlo logrado en las áreas de matemáticas y ciencias, pero en su lugar decidió renunciar a sus sueños de carrera con el fin de luchar por algo en lo que cree profundamente: el derecho fundamental de que todos los hombres deben llevar una falda.

Después de aparecer en varios programas de televisión, donde confesó su causa, la situación empeoró para Vladimir. Él no puede conseguir un trabajo porque nadie contrata a un hombre que lleva faldas y vestidos, sin embargo, está dispuesto a llegar a un acuerdo en el que sólo tiene que utilizar faltas largas y vestidos, y los residentes de su ciudad, Kineshma, lo han amenazando con lastimarlo si sigue adelante con sus apariciones en ropa femenina.

Ahora, su única fuente de ingresos son las hortalizas que crecen en su jardín y que vende en el mercado todos los días. Pero con el invierno a la vuelta en el hemisferio norte, sabe que no será una opción.