El suizo Carl Gustav Jung es recordado por sus ensayos sobre psiquiatría y psicología. También por el impulso que imprimió al psicoanálisis en su etapa inicial. Jung compartía con Freud el interés por el inconsciente y revolucionó el abordaje psiquiátrico sobre la ubicación del hombre en el tiempo y espacio. Entre sus aportes más famosos figura la teoría de la sincronicidad.
Se trata de un concepto donde se postula la existencia de “coincidencias significativas”. En otras palabras, la teoría de la sincronicidad dice que los eventos resultan “significativos” solo si acontecen sin una relación causal, pese a su aparente relación. Algunos afirman que Jung esbozó esta teoría partiendo su obsesión por lo paranormal.
El viaje a Rávena, Italia.
En los albores de la década de 1930, Jung y una acompañante visitaron Rávena. Esta icónica ciudad italiana alguna vez fungió como capital del Imperio romano de Occidente previo a su colapso en el 476. En Recuerdos, sueños, pensamientos, un libro autobiográfico publicado póstumamente, Jung describe una extraña anécdota en este lugar. Mientras visitaba la tumba de Gala Placidia, una extraña sensación se apoderó de su cuerpo.
Placidia nació en el siglo IV d.C. como hija de un emperador romano. Pero pasó a la historia por su carrera en la política. Jung también reveló que esa no era su primera conexión con la hija del emperador. En 1913, cuando visitó su tumba por primera vez, experimentó un “sentimiento” semejante.
La visión del pasado en el baptisterio neoniano.
Al relatar los acontecimientos de esa segunda visita, Jung recordó que él y su acompañante salieron directamente de la tumba y se encaminaron al baptisterio neoniano. El monumento religioso más antiguo en la ciudad de Rávena. Y es precisamente al ingresar al inmueble que Jung refiere ser “golpeado” por una “luz suave que inunda la habitación”.
Pero, lo que más causó asombro en el suizo fueron “cuatro grandes frescos en mosaico de belleza incomparable”. Jung señaló que estos mosaicos ocupaban las ventanas que recordaba de su última visita a Rávena.
El cuadro del ala sur representaba el bautismo en el Jordán; el del ala norte, el paso de los hijos de Israel a través del mar Rojo, el tercero en la parte oriental lo olvidé pronto. Quizás mostraba el baño que limpió a Naamán de su lepra en el Jordán. […] Lo más impresionante era el cuarto mosaico, en el ala occidental del baptisterio, que fue el último que miramos.
Representaba a Cristo alargando la mano a Pedro cuando éste se hundía. Ante este mosaico nos detuvimos por lo menos veinte minutos y discutimos acerca del rito primitivo del bautismo, especialmente sobre la maravillosa concepción del bautismo como iniciación que estaba vinculada a un verdadero peligro de muerte. […]
Del mosaico que representaba a Pedro hundiéndose en las aguas conservé el más claro recuerdo y todavía hoy lo veo con todo detalle ante mí: los tonos azules del mar, las piedras del mosaico, las franjas con inscripciones que salían de las bocas de Cristo y de Pedro y que intenté descifrar.
¿Viaje temporal o proyección subconsciente?
La impresionante “visión” de aquel arte sacro lo maravilló tanto que, muchos años después, aseguraba evocar cada detalle ante sus ojos. Quedó tan cautivado por la belleza de la obra, que intentó adquirir fotografías de los cuatro mosaicos en un establecimiento de los Alinari. Sin embargo, tenía el tiempo encima y tras una búsqueda rápida abandonó la misión, creyendo que desde Zúrich podría encargar las imágenes.
Al regresar a Suiza, Jung encarga a un conocido que visitaría Rávena algunas fotografías. Sin embargo, cuando esta persona regresa de su viaje explica a Jung que no pudo complacer la solicitud. Y es que nunca pudo encontrar las fotografías, y mucho menos los mosaicos que Jung le describió. El psicólogo estaba sorprendido, pues el recuerdo de la magnífica obra aún “vivía” en su mente. Para Carl Jung, aquel viaje a Rávena resultó uno de los “eventos más curiosos” en su vida.
Ilusión compartida.
En el libro, Jung busca una explicación para la extraña visión y la encuentra en su fuerte vínculo con la tumba de Gala Placidia. Creía que su inconsciente, de alguna forma, se fusionó con el de Placidia. Y esto lo sumergió completamente en la historia de la princesa romana. Argumentó que, en esa inmersión, las paredes del baptisterio neoniano eran completamente diferentes a su realidad.
Lo más increíble es que la acompañante de Jung durante ese viaje a Rávena afirmaba recordar los mosaicos. Entonces, lejos de ser una proyección personal del subconsciente, como sugirió Jung, se trataba de una experiencia compartida. Jung señala que su acompañante se negó, durante mucho tiempo, a creer lo que vio con sus propios ojos.
¿Qué papel jugó aquella luz azul que inundó el baptisterio neoniano mientras entraba la pareja? ¿La conexión entre Jung y Gala Placidia posibilitó que él y su acompañante viajaran al pasado para sumergirse en la época de la princesa romana?