Unas 200 ballenas piloto, también conocidas como calderones, encallaron en la costa oeste de Tasmania y murieron pese a los intentos de rescate. El pasado miércoles, el Departamento de Recursos Naturales y Medio Ambiente de Tasmania informó que un grupo de 230 cetáceos encalló en las inmediaciones del puerto Macquarie Heads. Hasta ese momento señalaban que la mitad de los animales seguía con vida.
Desafortunadamente, en el transcurso de la noche un fuerte oleaje provocó la muerte de más mamíferos marinos. “Realizamos el triaje de los animales ayer [miércoles] como parte de la evaluación preliminar y seleccionamos a los que tenían mayor probabilidad de supervivencia. Actualmente estamos enfocados en operaciones de rescate y liberación”, señaló Brendon Clark, un oficial del Tasmania Parks and Wildlife Service.
Tristemente, no es la primera vez que sucede: en 2020, medio millar de ballenas piloto encallaron en la misma zona de la isla. Al final, solo cien especímenes sobrevivieron. No se sabe a ciencia cierta lo que motiva el extraño comportamiento de estos cetáceos. Según los expertos, la causa podría ser la dispersión de algunos grupos de otros cetáceos tras alimentarse en aguas superficiales.
El triste final de las ballenas piloto.
Los calderones son famosos por su alto nivel de sociabilidad. Entonces, es probable que el grupo de ballenas piloto siguiera a esas especies desorientadas y terminara poniéndose en peligro. De hecho, a principios de esta semana un grupo de 14 cachalotes encalló en la isla King, en la costa sudeste de Tasmania.
Olaf Meynecke, un científico marino de la Griffith University, explicó durante una entrevista que es extraño encontrar cachalotes atrapados en la playa. Aunque, considera que los efectos del cambio climático podrían estar alterando las corrientes oceánicas y las rutas tradicionales donde se alimentan las ballenas.
Si este fuera el caso, se trataría de animales desplazados a otras regiones que solo buscan una fuente de alimento. “Cuando hacen esto, pueden estar muriendo de hambre y su condición física está muy deteriorada. Por eso se arriesgan más y quizá se aproximan demasiado a la costa”, concluyó Meynecke.