Miranda Eve, la identidad de la niña muerta encontrada en San Francisco

Finalmente culminó el misterio que conmovió a la ciudad de San Francisco: el descubrimiento bajo una casa de un ataúd con el cadáver en perfecto estado de conservación de una niña de 3 años muerta desde hacía 145 años. En una trama que asemejaba a una película de terror, el ataúd fue localizado el año pasado durante una remodelación a una vivienda, y la niña fue apodada Miranda Eve. Incluso se realizó una segunda ceremonia religiosa para sepultarla, un evento al que acudió más de una centena de personas.

El extraño descubrimiento de esta niña mereció una publicación especial en este blog, donde se explicaba a detalle lo que había sucedido, y ahora volvemos a hablar del tema, con una actualización sobre la identidad de la pequeña.

Buscando a un muerto.

«No fue fácil, pero era lo correcto», dijo a la BBC Mundo Enrique Reade, gerente del Garden of Innocence, una ONG que sepulta a niños no identificados o abandonados y que se hace responsable por investigar cada caso.

Tras «más de 1000 horas de investigación de 34 voluntarios estudiando 29982 registros de entierros, comparando mapas de 1870 con los de 2017, analizando registros de un cementerio que no existe, rastreando árboles genealógicos y análisis de ADN, supimos quién fue Miranda Eve», declaró la organización en su sitio.

«Miranda Eve» realmente se llamó Edith Howard Cook, nació el 28 de noviembre de 1873 y murió el 13 de octubre de 1876. Su muerte se debió al marasmo, una forma crónica de desnutrición. La habrían sepultado en el cementerio Odd Fellows, que dejó de existir desde hace muchos años, en el distrito de Richmond en San Francisco.

El ataúd fabricado con plomo y bronce que contenía el cuerpo perfectamente conservado de Edith fue localizado en mayo de 2016 durante una remodelación a una vivienda construida en 1936.

Según información divulgada por periódicos locales, el ataúd estaba herméticamente cerrado, lo que explica porqué el cuerpo se había conservado tan bien a lo largo de todo este tiempo. A través de la superficie de cristal era posible observar el interior: una niña rubia con un vestido blanco fabricado a mano y decorado con delicados lazos.

Su cabello estaba adornado con una rosa y hojas de eucalipto en los lados. También exhalaba un fuerte olor a lavanda. Estos indicios demuestran que la niña fue enterrada con gran esmero y amor.

Un antiguo cementerio.

No sabiendo qué hacer, los empleados de la construcción llamaron a la propietaria de la casa, Ericka Karner, que se encontraba fuera de California con su esposo e hijos.

«Al principio me impactó saber que había un ataúd con una niña debajo de mi casa», le dijo Ericka al periódico estadounidense Los Angeles Times. «Pero, una vez pasado el susto no me pareció tan extraño pues conocía la historia de la región».

El área que Karner refiere es el distrito de Richmond, en San Francisco, donde se encontraban los cementerios de la ciudad a finales del siglo XIX. Con la expansión de la ciudad, las autoridades aprobaron una serie de reformas que dieron prioridad a la construcción de viviendas. Como resultado, los muertos fueron trasladados a otro sitio.

El antiguo cementerio de Odd Fellows se encontraba sobre el lugar que más tarde se convertiría en la casa de Ericka. El cementerio fue cerrado a finales del siglo XIX y todos los cuerpos que había enterrados ahí fueron trasladados a fosas comunes en la vecina ciudad de Colma. Sin embargo, se cree que la misteriosa niña rubia fue dejada atrás por alguna razón. Al consultar a las autoridades locales, Ericka supo que la responsabilidad era toda suya, pues el ataúd había sido localizado en su terreno. Fue entonces que buscó la asistencia de la ONG.

«No logramos hacer esta investigación con todos los niños, sólo pudimos hacer esto con la niña debido al interés y la ayuda que recibimos», dijo Reade a BBC Mundo.

Una tarea titánica.

La ONG le dio una nueva lápida a Miranda el 4 de junio de 2016, en el cementerio de Greenland Memorial Park en Colma. El misterio conmovió tanto a la comunidad en San Francisco que 140 personas se dieron cita a la ceremonia religiosa. En la lápida escribieron el siguiente epitafio: «Si no hubo luto, nadie lo recordará». Ahora se conoce su verdadera identidad.

La primera fase de la investigación consistió en identificar en qué parte del viejo cementerio se encontraría la casa de la familia Karner. Después, comenzó una búsqueda por posibles familiares de la niña que habían sido enterrados cerca de ella. El próximo paso consistió en investigar las historias de estos familiares para encontrar descendientes vivos y entonces realizar una prueba de ADN, la última fase del proceso.

La Universidad de California, en Santa Cruz, hizo un análisis comparativo del ADN y descubrió que había una coincidencia clara entre las muestras de la niña y las de un familiar vivo – Peter Cook, un sobrino-nieto de Edith, que vive en la región de Bahía, en California.

«Cuando iniciamos, no sabíamos nada sobre ella y el trabajo de investigación no fue fácil, pero se trataba de un desafío personal para todos», finalizó Reader.