El hallazgo de un par de rocas esféricas, sobre las que se había tallado facciones humanas, enterradas en un jardín de una residencia privada no parecía nada extraordinario. Sin embargo, esto se vio sucedido por una presencia invisible que aterrorizó a los vecinos y desató una auténtica pesadilla en la localidad inglesa de Hexham.
Era febrero de 1972 cuando Colin Robson, de 15 años, se encontraba dando mantenimiento al jardín de la residencia familiar en Hexham, una ciudad al noreste de Inglaterra a unos 30 kilómetros de la populosa Newcastle. Mientras removía la tierra en torno al tronco de los árboles, la pala topó con lo que parecía una roca enterrada. El muchacho avisó a su abuelo sobre la roca, y éste le aconsejó que la sacara pues podría limitar el desarrollo de las raíces en la planta.
Tras retirarla del suelo y remover la tierra pegada, encontró que en la roca esférica se había tallado una cabeza humana.
Sorprendido por este inusual descubrimiento, llamó a su abuelo para que atestiguara el hecho. Después, encontraron una segunda pieza del mismo tamaño y con las mismas características. Estas rocas, que con el tiempo serían llamadas Cabezas de Hexham, parecían haber estado entre la tierra durante muchos años.
Las misteriosas piezas arqueológicas.
En la primera se tallaron las facciones esqueléticas de un humano, sugiriendo que se trataba de una figura masculina para todo aquel que la veía, rápidamente la apodaron “el chico”. Los fragmentos brillantes de cristal de cuarzo contrastaban contra un fondo verde grisáceo. Los ojos eran profundos y muy redondeados, la nariz puntiaguda y la boca extremadamente amplia.
Curiosamente, la roca era muy pesada – mucho más que un fragmento de concreto del mismo tamaño, y habían esculpido franjas como cabellos que iban desde la frente hasta la parte trasera de la cabeza. La otra cabeza – “la chica”, tenía los ojos pequeños, pómulos reducidos, labios gruesos y rastros de pigmento verde y amarillo sobre el cabello.
El joven limpió perfectamente las cabezas y las depositó sobre un armario dentro de la residencia para que todos pudieran apreciarlas. Aunque nadie sabía su origen, se trataba de un descubrimiento arqueológico significativo y empezaron a surgir rumores de que provenían de la época del imperio romano, o incluso de mucho antes.
Fue a partir de este momento que las cosas empezaron a ponerse verdaderamente extrañas y sucesos inexplicables empezaron a hacerse realidad.
La familia Robson.
Todos en aquella residencia de Hexham percibieron un cambio en el ambiente del lugar. Se trataba de una sensación indescriptible de perturbación, como si algo muy malo estuviera sucediendo. Los objetos se precipitaban al suelo de repente, sin que hubiera nadie responsable por moverlos. Estantes y repisas simplemente parecían rechazar floreros, porta retratos y libros. Un teléfono amenazaba constantemente con caer al suelo hasta que arrancaron el cable de la pared. Una cerradura se partió en dos después que la puerta la azotara con fuerza.
Las paredes comenzaron a agrietarse y los cuadros a torcerse. Una noche, los moradores de esta residencia se despertaron por el sonido de un cristal estrellándose, sin motivo aparente la ventana de la sala simplemente había explotado lanzando astillas de vidrio por todo el lugar.
Más extraño aún fue el hecho de que en el sitio exacto donde fueron encontradas las rocas empezó a crecer toda clase de hierba dañina y hiedras con espinas. Plagas de insectos devastaban el jardín. Pero lo más molesto era un hedor constante, un aroma a orina de animal salvaje que impregnaba todos los rincones de lugar.
Para muchos existe una explicación racional para esta serie de acontecimientos extraños. Sin embargo, la familia podía sentir que había algo malo allí. Ninguno pudo volver a dormir tranquilo, y la sensación de que alguien los vigilaba era insoportable, incluso cuando estaban a solas.
El encuentro con la familia Dodd.
Pese a esto, sería Ellen Dodd, una vecina que habitaba en la parte posterior del terreno, la que tendría el primer encuentro con la fuerza desconocida que se había instalado en la casa. La mujer relató esta historia:
“Colocaba la ropa a secar en los tendederos de mi patio cuando escuché el grito de Brian, mi hijo menor que en ese momento tenía 10 años. Rápidamente fui a ver lo que sucedía y lo encontré llorando desesperadamente. Le pregunté que había sucedido y me dijo que algo lo había lastimado. Le dije que me mostrara el lugar donde le dolía y empezó a gritar nuevamente como si fuera víctima de un ataque. Me asusté tanto que intenté detenerlo y fue cuando noté las marcas rojas que estaban bajo su camisa. Cuando levanté la prenda distinguí unas marcas circulares en su estómago y espalda, como las mordidas de un animal salvaje. Quedé aterrada y corrí al interior de la casa. Llevé a Brian al médico donde me dijeron que las heridas parecían mordidas de perro. Cuando regresé a casa encontré que había marcas de arañones y por lo menos una mordida en mis piernas. Recordé que cuando corría con Brian en el pecho, sentí que algo subía por mis piernas, pero no había notado que tenía heridas”.
Esta fue la primera ocasión en que los Dodd experimentaron un incidente de esta naturaleza, y desgraciadamente no sería la única vez. Días después del ataque a Brian, Ellen limpiaba su jardín cuando percibió un olor característico que le recordó al aroma de un “animal peludo húmedo”. Después sintió una presencia, y la misma fuerza invisible del encuentro anterior la derribó al suelo, subió por su pecho y le impidió ponerse de pie.
“Parecía un perro enorme o una oveja, podía sentir el pelaje crespo de aquella cosa, un hedor nauseabundo y un resuello caliente”, relató a un periódico local. “Cuando logré incorporarme, corrí al interior de la casa y aseguré la puerta. Escuché el sonido de aquella cosa golpeándose en repetidas ocasiones contra la madera. Temía que pudiera derribarla”.
Algo los acecha.
En la casa de los vecinos acontecimientos perturbadores seguían sucediendo. En una ocasión la familia se despertó por el sonido de un gruñido escandaloso que parecía originarse en la sala. Cuando fueron a ver lo que sucedía, se encontraron con un sofá totalmente destrozado, con el tejido totalmente desgarrado. Helen Robson, la madre de Colin, días después fue víctima de un ataque orquestado por el ser invisible. Relató que algo la persiguió e intentó derribarla al suelo en dos ocasiones.
“Parecía un perro grande y peludo avanzando entre mis piernas, intentando derribarme. En cierto momento, sentí que algo se había aferrado a mi tobillo, era una mano humana que tiró de mi pie de forma violenta. Logré escapar y algunos transeúntes que pasaban por ahí me auxiliaron. La mano dejó heridas que un enfermero sugirió habían sido realizadas por uñas muy afiladas”.
Los Robson y los Dodd asumieron que estos acontecimientos paranormales estaban relacionados con el hallazgo de las cabezas, pues iniciaron precisamente después que fueron retiradas del jardín.
Las Cabezas de Hexham se mudan.
El último episodio reveló que el fenómeno iba en una escalada de terror. Cuando Colin y su hermana Daniela regresaban de la escuela, se encontraron con la puerta principal abierta de par en par. Se acercaron cautelosamente para ver lo que sucedía y cuando ingresaron a la casa se encontraron con un ser repugnante echado en medio de la sala.
Colin refirió aquella cosa como “mitad hombre y mitad perro, pero también parecido a un carnero”. Tenía un pelaje crespo oscuro y se desplazaba de forma errática sobre las dos patas traseras. Cuando puso las cuatro patas sobre el suelo, los persiguió hasta el exterior. Ambos lograron salir bien librados y llamaron la atención de los vecinos. Un grupo de personas fue a investigar al interior de la casa, pero no encontraron nada, solamente el fuerte hedor del animal que perturbaba el olfato de los presentes.
Completamente aterrada, la familia Robson decidió pedir ayuda a un grupo de profesores de la Universidad de Newcastle, que gustosos aceptaron recibir las cabezas. También convocaron a un sacerdote para que bendijera y purgara el sitio de cualquier presencia demoníaca que pudiera estar perturbando sus vidas. Para tranquilidad de aquella familia y sus vecinos, los eventos sobrenaturales cesaron completamente en el vecindario.
Una auténtica maldición celta.
Sin embargo, allí no terminó la historia. El terror simplemente cambió de dirección cuando las rocas fueron entregadas a la Dra. Anne Ross, una respetada investigadora especializada en el folclore celta. Ross solicitó autorización a la Universidad de Newcastle para trasladar las piezas a su residencia con la intención de analizarlas para determinar su origen y significado. En la revista “Folclore, Myths and Legends”, la Dra. Ross publicó un artículo donde afirmaba que las rocas habían sido talladas hacía por lo menos 1800 años, y formaban parte de rituales complejos de hechicería celta.
Para los celtas, la cabeza humana representaba una fuente suprema de poder espiritual. Empleaban representaciones de cabezas o cráneos humanos como guardianes espirituales o piezas centrales en diversos rituales. Tenían la creencia de que sus dioses podían observarlos a través de estas cabezas ubicadas en sitios sagrados, y de esta forma estar presentes durante las celebraciones. En ciertos casos, estas cabezas servían como escudos en sitios sagrados o como portales entre el mundo real y el espiritual.
Cuando las cabezas fueron retiradas de la casa de los Robson y la Dra. Ross las llevó a su hogar, aparentemente la maldición se transfirió a ella:
“Jamás podría creer en esas cosas. Como una académica era algo que no podía concebir. A pesar de estar al tanto de los hechos relatados por la familia Robson, que encontró los artefactos, confieso que no di credibilidad a lo que contaron”.
La experiencia de la Dra. Ross.
Sin embargo, la opinión de Ross cambiaría cuando empezó a experimentar en carne propia algo inexplicable aproximadamente dos semanas después de trasladar las cabezas a su hogar.
“Siempre manteníamos la luz del pasillo encendida y las puertas abiertas, pues nuestro hijo tenía miedo a la oscuridad. Cierta noche me desperté con un sentimiento extraño, como si acabara de atravesar una pesadilla y aún estuviera confundida. La habitación se encontraba excesivamente fría y me levanté para ver si había una ventana abierta. Era como si una atmósfera siniestra y helada se hubiera apoderado del cuarto. El instinto provocó que fuera al pasillo para ver como se encontraba mi hijo, y en ese lugar me encontré con algo inesperado.
“Tenía una altura aproximada de 2 metros, pero se desplazaba inclinado, no totalmente erecto. Era muy peludo y parecía completamente negro frente a la pared blanca. Era mitad animal y mitad hombre. Su cuerpo se encontraba revestido por un pelaje oscuro y comprimido. El hedor era insoportable, similar al de un cuerpo putrefacto. Inmediatamente puso las cuatro patas sobre el suelo y entonces noté que terminaban en manos humanas. Me mostró los dientes y gruñó como si fuera una fiera. Grité y un instante después simplemente se esfumó. Quedé aterrorizada, fue la experiencia más horrible en mi vida y algo que jamás podré olvidar”.
La niñera Norah James.
Sin embargo, el escepticismo de la Dra. Ross logró convencerla de que había tenido una alucinación. A los pocos días, la investigadora recibió una llamada telefónica de la niñera que cuidaba a su hijo. Norah James, una mujer bastante equilibrada y sin antecedentes de enfermedad mental, gritaba frenéticamente en el teléfono. Inmediatamente Anne se dirigió a su hogar. Cuando llegó encontró a la niñera en la calle con su hijo en brazos. Algunos vecinos habían salido a ayudarla.
Norah relató que había escuchado sonidos provenientes de la sala, como si algo hubiera caído, y fue a indagar el motivo. Apenas abrió la puerta, algo grande y peludo saltó sobre ella. Norah describió aquel ser con las características de un lobo, que se desplazaba sobre cuatro patas aunque de la cintura para abajo asemejaba un hombre.
La niñera logró liberarse de aquella cosa que intentaba atraparla y subió hasta la habitación donde aseguró la puerta con el pequeño bajo su cuidado. Una vez allí esperó en silencio y pudo escuchar al ser acechando en la parte exterior. Cuando no pudo escuchar nada más, tomó al niño y corrió lo más rápido que pudo a la calle.
Norah renunció al trabajo y la Dra. Anne Ross decidió regresar las cabezas a la Universidad. No hizo público estos acontecimientos sino hasta una década después. “Temía que pudiera interpretarse de la forma equivocada. Que creyeran que quizá intentaba sacar algún provecho para beneficio personal. Como haya sido, creí que lo mejor era no hablar sobre lo sucedido”. Después de deshacerse de las piezas, y de todos los objetos del folclore celta que guardaba en su hogar, todo volvió a la normalidad.
Misteriosa revelación.
A partir de aquí las Cabezas de Hexham quedaron bajo la custodia de la Universidad de Newcastle, al cuidado del departamento de Historia Antigua y hasta donde se sabe nada extraño sucedió posteriormente.
Sin embargo, dos años después, en 1974, la historia dio un giro inesperado. Un camionero de nombre Desmond Craigie dijo que era dueño de las cabezas y su antigüedad no pasaba de los 16 años. No se trataba de artefactos antiguos para rituales celtas sino de piezas talladas por el propio Craigie como regalo para su hija, Nancy.
Explicó que, muchos años antes, había ocupado la misma casa que los Robson en Hexham. En aquella época, Craigie se dedicaba a tallar figuras decorativas sobre roca y un día decidió hacer 3 piezas con la forma de cabezas.
“Nancy solía jugar con ellas, alguna vez llegó a pintarlas”, relató el camionero. “Un día una se partió y simplemente la tiré. Las otras se quedaron durante años en el patio y cuando nos mudamos no le vi sentido a llevarlas con nosotros. Seguramente las hicieron a un lado y terminaron hundiéndose en el terreno donde las encontraron”.
Avergonzado por el revuelo que habían provocado, Desmond Craigie dijo que sólo quería ofrecer una versión desde su punto de vista. “Estoy completamente seguro de que son esas las piezas que tallé, estaban en el patio y las veía todos los días cuando salía al trabajo”.
Piezas genuinas.
Sin embargo, la Dra. Anne Ross desestimó las palabras del camionero. “A no ser que el señor Craigie estuviera familiarizado con la forma en que los celtas moldeaban las cabezas de roca, no hubiera sido capaz de reproducir el mismo proceso. Desde mi punto de vista y el de otros expertos que las examinaron, estas piezas son genuinas y su origen es celta”, declaró.
Por increíble que parezca, un análisis científico fue incapaz de determinar la edad precisa de estas rocas y en qué momento fueron talladas. Sin embargo, de acuerdo con los especialistas el método se corresponde con el proceso de tallado que utilizaban los pueblos celtas.
Roban las Cabezas de Hexham y el misterio continúa.
No es difícil imaginar que estas rocas, si verdaderamente son artefactos de origen celta, portaran alguna maldición. Muchas supersticiones en diversas culturas afirman que las representaciones de cabezas o cráneos humanos situados en templos o puntos sagrados se consideran objetos importantes, y cuando se les retira del lugar la maldición cae sobre los involucrados.
En el folclore celta es posible encontrar una enorme cantidad de monstruos, demonios y seres espirituales. Los animales con rasgos humanos son característicos de diversos mitos gaélicos, ya sea como sirvientes o emisarios de las deidades que integran el diverso panteón celta.
Quizás el ser espiritual vinculado a las Cabezas de Hexham era su protector directo, levantándose contra cualquiera que tomara posesión de las piezas. Además, el mito del hombre lobo que contaban los pueblos celtas difiere mucho de aquel que difundieron los teutones y el resto de Europa. No lo consideraban un “monstruo salvaje”, era más una especie de guardián, conocido como Faoladgh o Conroicht. Se trataba de seres espirituales que podían invocarse para cumplir alguna misión de índole religioso.
¿Pero, si el hombre lobo estaba ahí para proteger las piezas, porqué dejó de manifestarse cuando las llevaron a la Universidad de Newcastle?
Un detalle extra en esta historia la hace aún más extraña. En 1976, una sección del Museo de la Universidad de Newcastle se incendió y en los trabajos para extinguir las llamas varias piezas desaparecieron, entre ellas las dos Cabezas de Hexham.
HISTERIA COLECTIVA!
Orale!! No conocía esa leyenda. Excelente post.
Chicas Mucho Cuidado con la Cabezona!
Buena historia
Fascinante relato
Qué historia tan fascinante.
Me encanta esta página. Muchas felicidades a quienes la hacen posible
Excelente historia, tendrá algo que ver con los skin walkers o los nahuales?