Madres invisibles de la época victoriana

Cuando las primeras imágenes aparecieron en la década de 1820, hubo un furor en todo el mundo, porque la realidad finalmente podría ser retratada con más fidelidad. Sin embargo, como la técnica de fotografía todavía estaba en fase de desarrollo, las primeras imágenes demoraban, a veces, horas para ser capturadas por el lente de la cámara.

Algunos años más tarde, con el aumento de la tecnología y la creación de nuevas formas de grabar imágenes, el tiempo para tomar una fotografía se redujo considerablemente, aunque todavía demoraba algunos minutos. Junto con la reducción del tiempo de espera, los retratos dejaron de ser un privilegio para las altas clases sociales de la población, convirtiéndose en algo asequible para muchas familias que querían dejar un registro para la eternidad de sus seres queridos.

De esta forma, cada miembro pasó a tener un retrato exclusivamente suyo y esto incluía a los niños. Sin embargo, como es bien sabido, los bebés y los niños pequeños no están dotados de la paciencia necesaria para permanecer inmóviles durante los largos minutos que duraba la captura de la imagen. Siendo así, la solución encontrada para capturar la imagen de los niños, sin que estos se estuvieran moviendo, era cubrir la cabeza de la madre o todo el cuerpo con un manto, asegurando al bebé en su regazo, con el fin de colocarlo en primer plano. Después de grabar la imagen, el fotógrafo recortaba la foto y ponía en un marco la fotografía, dando la impresión de que el niño estaba solo en el escenario. Esta práctica común en la época victoriana ganó el nombre popular de «Invisible Mothers» (madres invisibles).