Lucharon a su lado, los sanaban y a menudo les ofrecían su amistad. Pero, después de la interminable condena ¿cómo se sienten los judíos finlandeses sobre su incomoda, y poco mencionada, alianza con los nazis?
Corría el mes de septiembre de 1941 y un oficial médico había realizado un acto tan heroico que fue condecorado con la Cruz de Hierro por el alto comando alemán. Sin mucho temor sobre su propia seguridad, y en medio de un pesado bombardeo soviético, el Mayor Leo Skurnik, un médico del distrito, organizó una evacuación de un hospital de campaña en los límites de las fronteras ruso-finlandesas, salvando la vida a más de 600 hombres, entre estos miembros de la SS.
SS (Schutzstaffel, en español, «Escuadrón de Defensa») – fue una fuerza paramilitar nazista de élite que contaba con hombres racialmente seleccionados y disciplinados que ejercían una gran influencia en el Tercer Reich. Absorbieron a la Gestapo, la policía secreta nazi, a la Reichssicherheitshauptamt, el órgano que controlaba a la policía, al Sicherheitsdienst (SD), el servicio de inteligencia y al Einsatzgruppen, los grupos creados con la única intención de exterminar a los grupos de minoría étnica. La SS comandaría los campos de concentración en los países ocupados y dentro de Alemania.
Lejos de ser el único soldado en recibir la condecoración de la Cruz de Hierro durante la Segunda Guerra Mundial (más de cuatro millones de personas fueron condecoradas con lo mismo), Skurnik tenía una característica que volvía tal reconocimiento algo inusitado: era un judío. Y Skurnik no fue el único judío que luchó del lado de los alemanes. Más de 300 establecieron una alianza con el régimen nazi cuando Finlandia, que tenían a la Unión Soviética como enemigo común, entró en guerra en junio de 1941.
Esta alianza entre Hitler y la raza a la que juró aniquilar –el único grupo de judíos que luchó como aliado de Alemania – es uno de los aspectos más extraordinarios de la Segunda Guerra Mundial, aunque muy pocas personas, incluso los finlandeses, saben sobre esta peculiaridad histórica.
Las razones por las que lo han ocultado van en contra de lo que significa ser judío y debido a esa carrera por la aceptación de una larga lista de naciones que se muestran muy poco entusiasmadas con los colaboradores del régimen. Los veteranos judíos –algunos de los cuales aún están con vida– insisten en que no tienen vergüenza de lo que hicieron. Pero luego de pasar algún tiempo en su compañía y hablar con otros miembros de la comunidad quienes examinaron los eventos a detalle, te das cuenta de que su “decisión”, y su contubernio con los personajes que azolaron a su raza, les dejaron profundas cicatrices psicológicas.
Casi sin excepción, los judíos de Finlandia descendían de soldados rusos que habían sido enviados a la región durante su servicio militar (bajo el domino ruso, los judíos había sido obligados a entrar en el ejército desde los 10 años y servir hasta los 25). Estos eran vistos con cierto recelo por el resto de los finlandeses, que habían sido gobernados por Rusia hasta su independencia en 1917, siendo que la guerra que estalló en 1939, conocida en Finlandia como la Guerra de Invierno, fue considerada por la pequeña población judaica como una oportunidad de probar sus lealtad hacia los ciudadanos finlandeses.
Aron Livson tomó esta oportunidad en 1939. Fue convocado al ejército cuando la Unión Soviética invadió Finlandia. Como muchos otros judíos, estaba determinado a dar lo mejor, lo que significaba dar incluso la vida por su país, en caso de ser necesario.
El hombre lucho en el istmo de Karelia y, aunque el ejército se vio obligado a retirarse por la disparidad de fuerzas (los rusos los superaban por mucho), luchó tan valientemente, mostrando tanta habilidad e iniciativa, que fue ascendido a sargento.
Una falsa paz reinó entre Finlandia y la Unión Soviética, sin embargo, cuando Hitler lanzó la Operación Barbarroja, la inesperada invasión del estado comunista, los finlandeses vieron la oportunidad perfecta para recuperar el territorio que habían perdido en la Guerra de Invierno y se aliaron con los alemanes.
Como cualquier judío de la época, Livson había escuchado las palabras venenosas que Hitler lanzaba contra su pueblo. Sabía algo sobre la Kristallnacht (la infame Noche de los Cristales Rotos), los ataques contra hogares alemanes judíos, empresas, escuelas y sinagogas en noviembre de 1938. Pero, cuando le solicitaron aliarse en la lucha contra Rusia, él no dudó en responder.
Livson, ahora de 97 años, es una versión muy frágil del valiente soldado que alguna vez fue, pero su voz continua alta y clara, su apretón de mano firme y sus opiniones invariables.
Tuve que cumplir con mi deber, como todo el mundo. Nosotros no éramos judíos luchando en un ejército finlandés, éramos los finlandeses, los soldados finlandeses, luchando por nuestro país.
Además de cumplir su deber como soldados y de probar lealtad a su país, los veteranos insisten en que ellos fueron felices en luchar por otra razón: Finlandia y Alemania estaban luchando guerras separadas, dicen ellos, una hacía una guerra de autodefensa, y la otra en una guerra de conquista.
“Yo no tenía nada que ver con los alemanes. No había alemanes donde yo estaba sirviendo. Estaban a 200 km al norte de mi regimiento”. Concluye Livson.
Pero no todos los judíos tuvieron tanta suerte. En la frontera con Rusia, en la región de Karelia, las tropas finlandesas y alemanas lucharon lado a lado y los judíos tuvieron que enfrentar a dos enemigos: uno enfrente de ellos y otro dentro de sus filas.
Vivian en el miedo constante de que sus identidades fueran reveladas, pero, increíblemente, en las ocasiones en que eran descubiertos, los soldados alemanes no llevaban el asunto a otras instancias. Los hombres eran finlandeses, y tenían el apoyo total de sus oficiales superiores, y los alemanes –aunque muchas veces impactados al encontrarse luchando al lado de judíos– no tenían autoridad para censurarlos. En realidad, cuando se encontraban a un oficial judío, eran obligados a saludarlo.
Puede que haya habido tropas alemanas en Finlandia y los comandos de la Gestapo en Helsinki, pero Finlandia rechazó las exigencias de Hitler para introducir leyes antisemitas. Cuando Heinrich Himmler, la mente maestra detrás de la Solución Final, visitó Finlandia en agosto de 1942 y preguntó al primer ministro Jukka Rangell sobre la “cuestión judía”, Rangell respondió: “Nosotros no tenemos una cuestión judía”.
Se tiene que recordar, dice John Simon, que apenas 20 años antes, Finlandia había pasado por una guerra civil brutal que había dividido a la sociedad. Desde entonces, había un esfuerzo concentrado, dirigido por algunos políticos brillantes, para unificar al país –para mantener a los rojos y a los blancos juntos. Los judíos eran parte de este plan de unificación. Los políticos estaban determinados a proteger a los ciudadanos, así fuera con excomunistas. Si hubieran roto ese pacto, aunque sea por los judíos, habría aniquilado este argumento.
Tal vez los incidentes más incómodos de las amistades entre los judíos y los soldados comunes de la Wehrmacht, son los revelados por el historiador finlandés Hannu Rautkallio.
Escuché una historia sobre un soldado judío que regresaba al campamento con un alemán de un grado similar. El judío dijo al alemán:
– Cuando volvamos al campamento, no le digas a las personas que soy judío.
El alemán respondió:
– Pero nada te sucedería a ti, tú eres un soldado finlandés. Soy yo quien se metería en problemas.
Los sentimientos fueron particularmente altos entre los heridos. El libro de recuerdos que perteneció a Chaje Steinbock, una enfermera judía en el principal hospital de Oulu, 370 millas al norte de Helsinki, contiene varios mensajes emocionales de pacientes alemanes.
“Para mi querida, lo que eres para mí es lo que ya te dije”, inicia una carta de un soldado que se hace llamar Rudy. “Lo que yo soy para ti, nunca lo pregunté. Y no quiero saber, no quiero escuchar eso, porque saber demás podría destruir la felicidad. Voy a decirte una cosa: daría todo lo que tu corazón pidiera. Eres la mujer que amé sobre todas las demás. Hasta ahora, yo nunca creí que algo así existiera”.
Claro, muchos desastres del Holocausto aún permanecían en secreto en aquellos tiempos. Los soldados judíos no tenían ni idea de las cámaras de gas y de los horrores de Auschwitz, Dachau y Bergen-Belsen. Pero la mayoría estaba en contacto con sus familiares en Polonia y otros países de Europa del Este.
“Tenían cartas, sabían de las deportaciones”. Dice Simo Muir, profesor adjunto de Estudios Judaicos de la Universidad de Helsinki.
Sin embargo, después de la guerra, con los horrores del Holocausto revelados, había cierta inquietud sobre este tratamiento especial, tanto entre los judíos finlandeses como para la comunidad judía en general. En una reunión de veteranos de guerra en Tel Aviv en 1946, los finlandeses fueron prácticamente expulsados como traidores.
Esa incomodidad aún puede detectarse hasta nuestros días.
“No ayudamos a los alemanes, teníamos un enemigo en común que eran los rusos y eso fue todo”. Dice Kent Nadbornik. El presidente del Gremio de Judíos Veteranos de Finlandia.
Semántica aparte, otra justificación del presidente de los veteranos – que habría demostrado su lealtad al Estado finlandés – también ha estado bajo ataque en los últimos años. Esta justificación dice que la existencia de judíos en el ejército, no sólo puso fin al antisemitismo en el país, sino que también protegió a toda la población judía de Finlandia del Holocausto.
La cita clave supuestamente pronunciada por el comandante en jefe Gustav Mannerheim Himmler que dijo: «Mientras los judíos sirvan en mi ejército, yo no permitiré su deportación» – ha sido cuestionada por los historiadores, que ahora piensan que Mannerheim ni siquiera era consciente de que judíos lucharon el ejército finlandés hasta una visita a un servicio conmemorativo en una sinagoga en Helsinki en 1944. “Quizás”, dice Simo Muir, “en la era de la posguerra, el valor de los judíos que lucharon por Finlandia fue sobrevaluado.” Si fueron culpables de algo, fue de esforzarse por pertenecer a su país.
A diferencia del Islam, que exhorta a sus seguidores a reformar la ley de su país anfitrión para que esté de acuerdo con la ley musulmana, los textos fundamentales del judaísmo hacen hincapié en la importancia de adherirse a la ley de la tierra, a pesar de que la sociedad sea secular.
Fuente de información: telegraph.co.uk
Traducción / Adaptación: Marcianosmx.com
Es bien sabido, aunque ocultado para no crear polémica, que Hitler era de ascendencia judía y que muchos en el partido nazi y la Waffen SS eran «Judíos» askenasi. También es bastante presumible que cuando mucho en el holocausto solo murieron poco mas de 1 millón de personas (lo cual es horrible de todas formas) y que la cifra de 6 millones es nada mas que una simple excusa para redimir a los Israelíes y judíos ante las cosas crueles que hacen hoy en día y para que la gente «no se meta con ellos». De hecho mas de 20 millones de soviéticos murieron a manos de los nazis (lo cual fue el costo de ganar la segunda guerra mundial) pero la gente aun los desprecia, los maldice, hace chistes crueles sobre ellos Y NADIE SE INMUTA POR TAL COSA.
No se equivoquen asquenasi no es ser judio verdadero semita y si van a descartar eso entonces yo voy a decir que Hitler era judio por que su abuela lo era.
Que tendrán de malo los ASQUENASI que odian a todos y hasta entre ellos mismos no por nada ASQUENASI tiene cierto parecido a NASI y Hitler entonces odiaba a su propio pueblo raro no que pensaran los judios semitas morochos y bronceados de los judios asquenasis gringos y usureros (yo creo que pensaran igual que HITLER)
eran soldados y tenian que hacer lo que el deber les pedia, la guerra es asi