En el siglo XVI, la región de Silesia en Europa Nororiental fue escenario de una extraña historia protagonizada por Johannes Cuntius. Los habitantes de la ciudad de Pentsh eran aterrorizados por un ser abominable. Según los rumores, la aparición de este monstruo estaba vinculada a la muerte de Cuntius.
Una muerte inesperada.
El filósofo inglés Henry More recopiló esta historia en Un antídoto contra el ateísmo, un libro publicado en 1655. Allí, el autor describe a Johannes Cuntius como un hombre acaudalado y respetado que sirvió como concejal de la localidad. Su riqueza le permitió mantener a cinco caballos fuertes que guardaba en los establos de su propiedad.
Cierto día, Cuntius y uno de sus sirvientes intentaban herrar a uno de los caballos, con tan mala fortuna que el animal se asustó asestándole una patada mortal. Desafortunadamente para el concejal, la muerte no llegó pronto. La historia dice que el hombre sufrió muchas noches, gritando incansablemente: “pobre de mí, como me quemo y ardo”.
Pacto con Satanás.
En esa agonía, no dejaba de quejarse de sus pecados y de los sufrimientos que enfrentaría. Además, llegó a decir que sus pecados eran “más grandes que los de todo el mundo”. Estas declaraciones llevaron a los locales a especular que Johannes Cuntius hizo un pacto con el diablo.
Empezaron a surgir rumores de que, poco antes de volverse rico, uno de sus hijos simplemente desapareció. Aseguraban que el pequeño fue vendido a Satanás.
Eventualmente, la enfermedad que produjo la herida terminó matando a Cuntius, que partió justo en la medianoche. En el momento de su muerte, su hijo mayor atestiguó la presencia de un gato negro que irrumpió en la habitación para arañar la cara del enfermo, como si buscara llevarse el cuerpo. Tan pronto como el animal salió del lugar, el hombre dio su último suspiro.
El vampiro Johannes Cuntius.
Johannes Cuntius fue un hombre rico y muy respetado en su comunidad, por lo que debía tener un sepelio a la altura. Familiares y amigos pagaron una buena suma de dinero para que lo sepultaran en los terrenos de la iglesia local. Además, ordenaron la construcción de un mausoleo con la esperanza de lavar algunos de sus pecados. Sin embargo, la historia asegura que nada de esto funcionó.
Cuando empezaron a aparecer manchas de sangre sobre la tela que colgaba de la tumba, los locales se preocuparon. Varios testigos afirmaban escuchar ruidos extraños en la propiedad de Cuntius. También empezó a aparecer ganado muerto, sin una gota de sangre en sus cuerpos, como si la hubieran succionado. Lo mismo sucedía con las aves. Aquellos recipientes empleados para almacenar la leche de vaca eran encontrados llenos de sangre.
Según algunos vecinos, el muerto todavía recorría las calles de la ciudad montado en uno de sus caballos. Los relatos de esa época aseguran que el lugar se volvió un completo caos. Los perros no dejaban de aullar y ladrar toda la noche, y los caballos de Cuntius rebuznaban fuerte al interior del establo.
Acontecimientos extraños.
En cuestión de días, los avistamientos y relatos se hicieron más preocupantes. Una mujer con la que el ex concejal tuvo problemas personales en vida, aseguró que Cuntius la agredió. De hecho, no dejaba de alegar que el muerto la había mordido. También surgieron otras quejas de mujeres que afirmaban agresiones sexuales perpetradas por el recién fallecido.
En uno de los incidentes más aterradores, aseguraban que un pequeño fue tan apaleado por el demonio que sus huesos se volvieron “blandos”. Los habitantes de Pentsh padecieron toda clase de infortunios durante días y se convencieron de que el perpetrador era su antiguo concejal, que había regresado de entre los muertos.
La segunda muerte de Johannes Cuntius.
Eventualmente, la comunidad decidió abrir la tumba donde habían sepultado a Cuntius para exhumar el cadáver. La historia afirma que encontraron un cuerpo intacto, en perfecto estado de conservación. Incluso mencionaron que sus ojos se abrían y cerraban, como si estuviera parpadeando, y que sus manos poseían fuerza suficiente para sostener un bastón. Todo esto confirmó las sospechas de los pobladores: Johannes Cuntius era un vampiro, y había que eliminarlo incinerando su cuerpo.
Cuando trasladaron el cadáver a la pira funeraria, se sorprendieron al observar que el cuerpo del ex concejal se negaba a arder. En un acto desesperado, el verdugo lo cortó en pedazos para que el fuego devorara la carne con mayor facilidad. Una vez quemado el cuerpo, los incidentes en Pentsh disminuyeron.
Conclusiones.
En aquella época, la mayoría terminó convenciéndose de que Johannes Cuntius era un auténtico vampiro. Por otro lado, los escépticos consideran que la leyenda no pasa de una mera pieza del folklore local, probablemente inventada por los campesinos. Otra explicación menos satisfactoria es que Cuntius seguía con vida, y que entró en estado de coma tras recibir el golpe con el casco del caballo.
Al dejarlo en un mausoleo, en lugar de enterrarlo bajo tierra, pudo recibir oxígeno suficiente para mantenerse vivo tras el supuesto fallecimiento. Una vez que “exhumaron” el cadáver concluyeron que su estado era antinatural, y a continuación inventaron historias fantásticas que le atribuyeron al pobre hombre. Independientemente de que haya sido un vampiro o no, el pobre Cuntius terminó hecho pedazos sobre una pira funeraria. Por supuesto, este no ha sido el único caso de «vampiros reales» en la historia.