El problema con Chris – Creepypasta

La madre de Christina solía decir que el problema era que parecía un niño. Christina Abbey era mi vecina, y cuando pequeñas siempre me pareció la cosa más linda que había visto en mi vida. A veces miro nuestras viejas fotos jugando y ella parecía una versión de carne y hueso de una muñeca de porcelana china. Su madre le confeccionaba la ropa. Estaba ridículamente fuera de moda. Tenía miles de vestidos con encaje. Su pelo rubio y rizado permanentemente brillante y siempre con un moño en cada una de las trenzas.

muñeca de porcelana rubia

“El problema con Christina es que nunca encaja con los otros niños”, escuché un día a una profesora comentándole a otra cuando creyó que nadie escuchaba. Estábamos sentadas fuera del aula y debíamos tener entre seis y siete años. Una de las otras niñas le estaba haciendo bullying sin piedad debido a su ropa tan rara, y eso terminó en una pelea en el patio de recreo.

La madre de Christina nunca pareció darse cuenta que, si vestía a su hija de aquella forma, no hacía más que provocar que otros niños la trataran mal cuando entramos a la escuela.

“El problema con Christina es su madre”, decía mamá. “Cree que la niña es una muñeca, y no la deja comportarse como una niña normal”. A pesar de ser pequeña, entendía perfectamente lo que mi madre quería decir. Mis padres ponían tan poco interés en eso que mi crianza fue un tanto desapegada. Era la más pequeña de cinco hijos. Toda mi ropa había sido cedida por mis hermanas mayores y, aunque me amaran profundamente, me dejaban correr y ensuciarme con toda libertad. Un agujero en los pantalones no era nada de qué preocuparse y, siempre que no me metiera en algo grave, un rasguño o moretón siempre era tolerable.

Por otra parte, Chris no tenía permiso para jugar. No tenía permiso para ensuciarse, ni para desarreglarse. Recuerdo haberla visto muy triste en la ventana de su habitación viendo a un montón de niños de la calle mientras jugaban y saltaban en una piscina inflable que mis padres colocaron en el jardín.

Todo aquello se fue haciendo más obvio a medida que crecimos. Los vestidos amplios llenos de encaje son algo raro para que una niña de siete años lleve a la escuela, pero para una de diez años es totalmente ridículo. La madre de Christina empezó a apegarse a la religión en la época en que nació la niña. No tengo idea de cuál religión en específico, pero hacía que Chris siguiera muchas reglas. No podía hacer varios trabajos que nos encargaban en la escuela debido a las creencias religiosas de su madre.

Incluso así yo siempre la quise. Éramos las mejores amigas, y cuando nos hicimos un poco más viejas, nos escapábamos para jugar en el bosque. Le prestaba unos tenis viejos para que sus zapatillas de muñeca no se estropearan, y vagábamos en el bosque durante horas, lanzando rocas en un pequeño riachuelo y jugando a la guerra con palos. Considerando lo controladora que era su madre, Chris parecía muy normal y divertida.

Su madre le tenía prohibido ir a mi casa, o a la casa de cualquier otro niño pues, supuestamente, temía que fuéramos malas influencias. Pero yo sí tenía permiso de ir a su casa. Siempre inmaculada y brillante. No iba mucho a ese lugar, porque incluso cuando nos hicimos mayores, su madre creía que debíamos jugar muñecas y a la hora del té siempre. Chris y sus vestidos de encaje junto con aquellos conjuntos de tazas infantiles provocaban que me sintiera como un personaje de Alicia en el país de las maravillas. A Chris tampoco le gustaba estar en casa, pero como su madre era soltera y trabajaba como enfermera, teníamos tiempo de sobra para hacer lo que queríamos.

El verano en que cumplí once años, Chris y su madre hicieron un viaje de algunas semanas. Era la primera vez en que tenía ansias de regresar a clases. Extrañaba mucho a mi amiga. Pero cuando regresamos, no había ninguna señal de ella. Le pregunté a mi profesora y me dijo que a partir de entonces Chris sería educada en casa. Cuando regresé a casa, fui directo con ella. Su madre me recibió en la puerta y me dijo que ya no tenía permiso de jugar conmigo. Fui a casa y lloré frente a mi madre. No me importaba que las otras personas pensaran que Chris era extraña. Era mi mejor amiga y quedé devastada.

Ese fin de semana me oculté esperando que su madre saliera de casa y llamé a la puerta nuevamente. Chris gritó desde adentro que estaba encerrada y me indicó que fuera a uno de los laterales de la casa. Abrió la ventana de la cocina y escalé al interior. Tenía la intención de abrir la boca para soltarle un millón de preguntas cuando ella empezó a llorar desesperadamente. En mis once años de vida, nunca había visto a alguien llorar así. Entre el llanto descontrolado y mis intentos por tranquilizarla, esto fue lo que pude entender.

Aparentemente su padre, sobre el que Chris no tenía idea de que estaba vivo, acababa de salir de prisión. Lo encerraron por haber violado a su madre. La noticia provocó que la mujer perdiera la cordura. Su reacción inicial fue huir con Chris a un hotel en el medio de la nada. Mientras estaban allí, Chris enfermó y alguien fue al hotel para retirarle el apéndice. Tras algunas semanas, su madre se había tranquilizado lo suficiente como para regresar a casa, pero le dijo a la niña que, por su propia seguridad, a partir de entonces recibiría educación en casa y no tendría más permisos para salir a no ser que fuera con su madre.

Abrecé fuerte a mi amiga y le dije que siempre estaría allí para ella. Fue en ese momento que escuchamos el carro de su madre estacionando en la cochera.

“¡Maldición!”, le dije. “Si vuelve a salir avísame y vendré corriendo para acá”. Puse mi nuevo celular en sus manos. Había sido mi regalo de cumpleaños, un sustituto del viejo Nokia de segunda mano que mi madre me obligaba a llevar para emergencias. “Pero cuídalo bien, porque si se rompe mamá me va a matar”. Levanté la ventana y salté para después aterrizar suavemente en el suelo, donde me quedé hasta que escuché a la madre de Chris entrar por la puerta de enfrente.

Pasé aquella noche tumbada sobre la cama leyendo revistas y cómics viejos, vagamente arrepentida por haberle dejado mi nuevo juguete a mi amiga. Estaba durmiendo pesadamente cuando Christina me llamó. Mi madre respondió, y estoy segura de que si hubiera sido cualquier otra amiga le habría dicho que llamara a otra hora, pero como también a ella le preocupaba Christina, gentilmente me despertó.

“Oye, travesurita (el apodo cariñoso que mi madre me había puesto), Chris está llorando en el teléfono, ¿quieres ir a ver si está bien? Por qué no quiso hablar conmigo”. Me arrastré fuera de la cama.

“Hmmmh”, murmuré en el teléfono, parpadeando frenéticamente mis ojos llenos de legañas.

“¿Tina? Te necesito. Hice algo muy malo y te necesito”.

“¿Qué? ¿Qué hiciste?” Mi cerebro a duras penas funcionaba.

“Creo que maté a mi madre”. Y empezó a llorar nuevamente.

“Está bien, estoy ahí en un par de minutos”. De repente estaba bien alerta. Colgué el teléfono.

“¿Y luego?”, preguntó mi madre.

“Chris me dijo que…” mi barbilla empezó a temblar “Chris dice que mató a su madre” y con eso mi madre también terminó de despertar.

De aquella noche no quedan más que imágenes sueltas en mi mente. Desde mi habitación vi cuando la policía y la ambulancia llegaron.

La cosa que más recuerdo fue cuando se la llevaron de casa. Su suéter largo cubierto de sangre, y juro por Dios que me miró, antes de subirse a la patrulla, y sonrió. Todos los días rezo para que me perdone, pero no pude ayudarla de ninguna otra forma que no fuera involucrando a mis padres.

En esa época todo lo que mis padres me dijeron fue que la madre de Chris la había lastimado y la niña entró en una discusión con ella y, sin querer, la mató. Muchos años después, mi madre finalmente me contó la verdad de lo que sucedió aquella noche.

Chris y su madre habían peleado fuerte, al punto que intentó atacarla y Chris tomó la primera cosa que vio y la lanzó para defenderse, acertando en la cabeza de la mujer e hiriéndola mortalmente.

La verdad fue que, cuando le di a Chris mi celular aquella tarde, tuvo la habilidad no solo de marcarme sino también de acceder a Internet por primera vez. Accedió a información que su madre le había ocultado toda la vida. Chris descubrió que no había sido el apéndice lo que le retiraron en aquel hotel.

El problema con Chris era que su nombre en el certificado de nacimiento era Christopher y su madre, que odiaba a los hombres, quería tener una hija, no un hijo.

Texto de hrhdaf, traducido y adaptado por Marcianosmx.com

11 comentarios en “El problema con Chris – Creepypasta”

  1. Excelente Creepy… Desde hace años he sido usuario de Marcianos, Gracias al Admin por hacer esta buena página y hacer mis días en el trabajo más agradables… Saludos desde Tamaulipas jejejeje

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