Donald Trump y su camino a la mediocridad

Seguramente ya lo sabes: hace unos días Trump anunció que Estados Unidos está fuera del Acuerdo de París, un esfuerzo global que 195 países habían firmado en 2015, comprometiéndose a reducir la emisión de gases de efecto invernadero entre un 26 y 28% hasta el año 2025. Y es que no sólo se trata del medio ambiente: la energía limpia funciona como uno de los mayores motores para la economía. Hacerla a un lado es desperdiciar dinero.

Donald Trump en Paris Febrero 2017

En la práctica, cambia lo siguiente. Para reducir las emisiones de estos gases en tu país en un 25%, como lo manda el acuerdo, tú, gobernante, debes ofrecer estímulos para que se sustituya la utilización de combustibles fósiles por alternativas limpias. Básicamente, estos estímulos consisten en subsidios para aquellos productores de energía solar, eólica, hidroeléctrica. Si una empresa produce energía limpia paga menos impuestos. En palabras más simples, se trata de canalizar el dinero público para reducir las emisiones de dióxido de carbono.

Todos los países del mundo estuvieron de acuerdo en emprender este proyecto – los únicos que quedaron fuera del acuerdo son Siria, que no fue invitada a la conferencia en París debido al gobierno de Assad, y Nicaragua, que exigía una reducción mucho mayor de las emisiones (y no firmó como una forma de protesta). Como Siria hubiera firmado si hubiera sido convocada al baile y teniendo a una Nicaragua radicalizada contra las emisiones, Estados Unidos está solo en este escenario global.

Trump mostró el cartel de “al demonio todos”. Y no sólo lo hizo con el resto del mundo, sino también con los ciudadanos que gobierna. Después de todo, su actitud no solo representa una amenaza para el futuro climático de nuestro planeta. Es también una pésima señal para la propia economía estadounidense.

Esto se debe a que el ambiente económico de la energía limpia es mucho más complicado que el de la energía sucia. Entre más “compleja” es una economía, mayor es la variedad de productos y servicios que puede ofrecer.

 

Economía compleja.

Tan sólo en aviones, Estados Unidos exporta el equivalente a US$ 6,500 millones al año. Básicamente, un avión mueve múltiples ramos de la economía, pues para construirlo se necesita desde el caucho en las llantas del tren de aterrizaje hasta el software en la cabina de control. Ahora imagina una economía muy simple, cuyo principal producto de exportación es el azúcar. Una tonelada de azúcar básicamente no mueve nada. Las economías complejas producen paneles solares, aviones y automóviles. Las economías simples se limitan a producir soya, azúcar, petróleo, carbón, etc.

Entonces, esta reducción forzada en las emisiones de gases de efecto invernadero viene funcionando como un «complicador» de las economías. Por ejemplo, un sistema que emplea paneles solares instalados en los techos de las viviendas para alimentar la red eléctrica involucra más elementos que un sistema de distribución de energía centralizado en una planta a base de carbón – y varias ciudades en los Estados Unidos han seguido el primer modelo, donde los consumidores venden su excedente de energía solar a la red eléctrica.

Trump botarga persiguiendo planeta tierra

Lo más irónico es que Estados Unidos se enriqueció por el propio concepto de economía compleja. En el siglo XVII, cuando la mayoría de los países en Latinoamérica producían materia prima para los países que los colonizaron, enriqueciendo a unos pocos, las colonias británicas que originaron a los Estados Unidos estaban produciendo embarcaciones para exportación. Y enriquecían a miles de colonos, ya que incluso un barco mueve más la economía que una tonelada de azúcar. Por eso, Estados Unidos llegó a ser la potencia que es en la actualidad, y Latinoamérica se quedó en el atraso.

Al darle una patada en el trasero a la energía limpia, Trump tiró en el bote de la basura la propia historia de los Estados Unidos. Y puso a su país en un camino que los latinoamericanos conocemos muy bien: el del atraso, el de la concentración de la riqueza, el de la estupidez. El camino de la mediocridad.

9 comentarios en “Donald Trump y su camino a la mediocridad”

  1. Lo de reducir la emisión de CO2 y bla bla bla (efecto invernadero, calentamiento global, actividad humana como causa principal) tiene sentido cuando se demuestre sin duda alguna que son todas circunstancias relacionadas y que el causante es el hombre. Nada de eso se ha podido demostrar, sólo se ha sugerido. El Trompete, hombre pragmático, dijo que sin pruebas claras seguir ese camino sería meterle un tiro en la pata a la industria nacional. Hace lo que piensa y piensa lo que hace… Algo nunca visto en político de carrera alguno, verdad?
    Hay muchos países en vías de desarrollo y emergentes que piensan igual: reducir emisiones les generaría enormes gastos en adaptación de infraestructuras (que además deben comprarse, adivinen a quienes? Exacto, a los que promueven todas estas movidas «ecológicas».

  2. Esa posición de Trump es compartida por la mayoría de su pueblo, esa gente nunca se ha sentido responsable del costo medioambiental que tienen sus circuitos de energía eléctrica 24/7 generadas por centrales termonucleares, sus artículos electrónicos de usar y tirar (en mi país, cuando se nos daña el televisor, la radio o el móvil, lo llevamos a reparar; mientras que ellos, tiran a la basura un móvil solamente por que se le haya rayado), su ropa de temporada que nunca guardan para el año siguiente, sino que la tiran a la basura y compran un nuevo ajuar cada año (en Latinoamérica conservamos nuestras prendas de ropa mientras nos sirvan y estén en óptimas condiciones y luego si se rasgan se utilizan para fregar los trastes o el piso o para despolvar, raras veces las tiramos a la basura) y es que ¿De qué te sirve clasificar la basura por materiales y mandar a reciclar cuando llevas un estilo de vida así de irresponsable? (a nosotros cuando se nos acaba la mayonesa, aprovechamos el tarro para poner hielo, tomar agua o sembrar plantas; ellos lo tiran a reciclar y ya ¡se sienten héroes!, cuando se sabe que reciclar es el último remedio, es un proceso caro y que consume mucha energía). En sus granjas de engorde, que llaman restaurantes de comida rápida te dan hasta cuatro servilletas desechables, como si fueras un bebé que va a atollarse todo y una bolsita de cada salsa (en lugar de botes de mayonesa y de capchup que luego de que terminen puedan servir para otros) y todo eso inevitablemente irá a parar al bote de basura.
    En mi país, poner un vehículo en manos de un mocoso de 16 años es algo impensable, pero allá es la regla y luego ¡A correr carreteras a gastar combustibles fósiles y emitir CO2 como si no hubiera un mañana!
    ¿Ellos son los que generan más de la mitad de los gases de efecto invernadero del planeta y no quieren hacerse responsables de eso? ¿Dónde creen que se van a meter cuando empiece el desastre? ¿Acaso se sienten tan autosuficientes y tan poderosos que serán invulnerables a la extinción? Su modelo de desarrollo es insostenible y ellos lo saben, pero en su arrogancia y desconocimiento te dicen cosas como que el calentamiento global es una farsa ¿Y estos son a los que llaman listos?
    Cierto, cualquiera podría alegar que los del sur solamente somos más prudentes en nuestro consumo por miseria y no porque tengamos una verdadera cultura medioambiental; pero, sin proponérnoslo, les estamos dando una lección en ese sentido a esos orgullosos.

  3. Qué bien explicado, Trumpete está haciendo cosas asombrosas, para lograr lo que hace pocos años habría podido parecer, inimaginable, bajarse del carro del poder… para quedar rezagados.
    increíble¡

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