Aunque todavía no se haya inventado un “hediondómetro” para medir los peores hedores del planeta, un laboratorio en los Estados Unidos garantiza que el trofeo no pertenece a ningún congal. El personal del Centro de Investigación Manell, en Filadelfia, trabaja desde hace seis años en la creación de una pestilencia que promete ser fatal – o casi.
Los científicos pretenden emplear la sustancia maloliente como arma no letal, para ayudar a dispersar multitudes enfurecidas y controlar rebeliones. El compuesto estaría destinado a las mismas funciones que el gas lacrimógeno, pero sin los efectos nocivos de este, como las quemaduras y la intoxicación. El laboratorio, evidentemente, mantiene la fórmula secreta bajo seguridad total – ya que pretenden ganar una buena cantidad de dinero vendiendo la sustancia en el futuro –, pero ofrecen algunas pistas de los ingredientes de esta bomba maloliente.
Tápate la nariz y reúne unos cuantos miligramos de cadaverina, una de las sustancias responsables por ese olor insoportable de los cadáveres en descomposición, y algunas gotas de ácido butírico, ese que se encuentra en los peores vómitos. ¿Qué te parece? Los pocos (y valientes) voluntarios que aspiraron el “perfume” inmediatamente presentaron ganas de vomitar y salir corriendo, además de taquicardia y una sudoración excesiva del cuerpo entero.
Peste natural.
El hedor del laboratorio es más poderoso, pero la madre naturaleza también se las arregla para desagradarnos en ese aspecto.
Zorrillo.
Siendo justos, en situaciones normales el zorrillo no huele más que un jaguar o un tapir. Solo esparce su “perfume” cuando se siente bajo amenaza. El zorrillo (el más apestoso de la familia de las zarigüeyas) posee glándulas en la región del ano. Cuando se siente en peligro, prepara el trasero y expulsa substancias a través de estas glándulas.
Mal aliento.
Los residuos de alimento entre los diente, una capa de suciedad en la lengua y listo: ahí tienes la halitosis. Alrededor de 60 factores, como la gingivitis, caries, poca salivación y la placa bacteriana que se forma en la lengua, pueden causar halitosis. Esto por qué las bacterias se alimentan de los restos de alimentos en la boca y, durante la fermentación, sueltan gases súper fétidos a base de azufre.
Flatulencias.
Las bacterias del intestino grueso ayudan a digerir el pan nuestro de cada día, pero también nos juegan malas pasadas de vez en cuando. En la descomposición de los alimentos, estas bacterias producen gases de diversos tipos, entre los que se incluyen algunos compuestos sulfurados, repletos de azufre, por eso el olor a diablos. Dado que el intestino se encuentra próximo al ano, esta es la vía de escape natural para esos gases apestosos. El huevo y el repollo, entre otros alimentos, empeoran la situación.
Aguas residuales.
Las aguas residuales son un conjunto de agua sucia que sale de los lavabos, baños y de las industrias. Esta mezcla es sucia, pero no huele tan mal. El problema son las bacterias que participan en la descomposición. Estas extraen energía descomponiendo las aguas residuales, y en ese proceso liberan gas de sulfuro de hidrógeno, ese aroma tan particular de huevo podrido y alcantarilla.
No hay nada mas ulero y apestoso que una vomitada de borracho en el metro a hr pico
«surströmming» tuve la (fortuna) de probarlo en un viaje de trabajo a Europa y nos encontramos con unas latas, no hay nada mas apestoso en el mundo que ese pescado noruego o sueco, huevo podrido en su maximo esplendor