El trágico colapso de la presa Austin en el condado de Potter, Pensilvania, EE.UU., sucedió el 30 de septiembre de 1911. Finalizada apenas dos años antes, la estructura proveía de energía a la fábrica de papel Bayless Pulp & Paper Company instalada en el pueblo. Sin embargo, debido a la insistencia del propietario en reducir costos, los encargados del proyecto redujeron significativamente la profundidad y amplitud de las paredes. También las dimensiones de los cimientos de la presa, negligencias que invariablemente conducirían al colapso.
La presa ni siquiera cumplió los dos años en funcionamiento cuando falló, provocando una devastación masiva en el valle y arrebatándole la vida a setenta y ocho personas, según cifras oficiales. Aunque resulta lógico pensar que todas estas muertes pudieron prevenirse, las circunstancias sugieren la presencia de un enigma previo al desastre. Un año después del derrumbe, un periódico local publicó un extraño artículo refiriendo una “historia paranormal” relacionada con la tragedia.
El primer colapso de la presa Austin.
En enero de 1910, pocas semanas después de la inauguración de la presa, una parte de la estructura se desplazó río abajo aproximadamente 80 centímetros. Además, debido al deshielo y las fuertes lluvias surgieron grietas verticales que deformaron una de las paredes en la presa, ocasionando una inundación menor. Los locales se refugiaron en terrenos más altos, temiendo que la presa pudiera colapsar en cualquier instante.
Sin embargo, la presa logró resistir el momento tan crítico. Una vez que las aguas retrocedieron, los habitantes regresaron a sus hogares, temerosos pero agradecidos por haber escapado de la tragedia. Es en esta inundación menor cuando el pueblo de Austin enfrentó a otro enigma. Empezaron a circular rumores sobre un “fantasma” que se manifestó en días previos, como un ominoso presagio de una catástrofe inminente.
La aparición del Hombre de Negro.
Según el artículo del periódico, el enigmático visitante era descrito como un “hombre alto y vestido de negro”. Diversos testigos afirmaron haberlo visto “cabalgando” y “arrastrándose” entre los vagones del ferrocarril, materializándose y desvaneciéndose misteriosamente. La presencia del siniestro ser dejó perplejos a los habitantes, y nadie se atrevió a acercarse para preguntar su propósito. Incluso los trabajadores del ferrocarril, inquietos y temerosos, evitaban cualquier encuentro con la enigmática figura.
Tras aquella leve inundación de enero, el “gigante vestido de negro” desapareció sin dejar rastro. Esto alimentó las sospechas de que guardaba cierta relación con el desastre que se avecinaba. Sin embargo, cuando la presa colapsó por completo al año siguiente, los residentes, sumidos en el caos y en la tarea de reconstruir sus vidas, prácticamente olvidaron por completo al extraño personaje vestido de negro. No fue sino hasta el primer aniversario de la tragedia que los residentes de Austin, entre ellos un caballero descrito como “uno de los héroes del desastre”, llamaron la atención sobre la extraña aparición en los medios locales.
¿Quién era ese “hombre alto vestido de negro” que visitó Pensilvania en 1910? ¿Sería un espíritu del más allá, enviado para advertir a otros sobre su trágico destino? O tal vez, ¿se trataba de una entidad paranormal con un conocimiento sobrenatural del futuro desastre? Lamentablemente, tan repentina y misteriosamente como apareció, la historia del extraño hombre vestido de negro se desvaneció. Quedando sepultada entre las páginas de la historia, perdida en el olvido colectivo.