La calavera con orejas se encuentra en el hipogeo de la Iglesia de Santa Luciella ai Librai, en Nápoles. Esta joya de la arquitectura italiana empezó a construirse en 1327 por mandato de Bartolomé de Capua, consejero de Carlos II de Nápoles. La leyenda en torno a esta peculiar osamenta gira en torno al concepto de almas “pezzentelle”, personas a las que no sepultaron adecuadamente o que sus restos mortales terminaron en fosas comunes.
A partir del siglo XVII, se populariza el mito de que la calavera con orejas puede escuchar las oraciones de los vivos y entregarlas en el más allá. Desde entonces, los napolitanos acudían con la esperanza de que este cráneo con cartílagos momificados sirviera como mensajero entre el mundo de los vivos y los muertos. Y hasta el día de hoy, nadie sabe a quién perteneció esta cabeza, lo que aumenta todavía más el misterio.
Iglesia de Santa Luciella ai Librai.
Para 1628, la iglesia pasa a llamarse Cappella dell’Arte dei Molinari (Capilla de los Molineros) por órdenes de Alessandro Baratta, regente de Nápoles en la época. Posteriormente el sitio queda en manos de los “pipernieri”, artesanos escultores de piedra devotos de Santa Luciella, protectora de la vista. Y era lógico, pues en este oficio debían tener mucho cuidado para que las astillas no les perforaran los ojos mientras cincelaban piedras.
En 1748, la iglesia se convierte en sede de la Archicofradía de la Inmaculada Concepción. Tras el terremoto que devastó Nápoles, el inmueble queda severamente damnificado y es abandonado por razones de seguridad desde 1980. Con el tiempo, la calavera con orejas se convirtió en una especie de leyenda en la ciudad. Pero, el 5 de abril de 2019 la iglesia reabre sus puertas tras la intervención de la asociación Respiriamo Arte.
El culto a la calavera con orejas de Nápoles.
Durante siglos, muchas personas acudieron a venerar la calavera con orejas al sótano de esta iglesia. Hoy, la osamenta se considera un ejemplo único del culto que rendían los napolitanos a las almas del purgatorio. Las personas acogieron el cráneo desarticulado de un extraño y empezaron a rezarle a su alma en pena. Consideraban que el espíritu, una vez saliera del purgatorio y llegara al paraíso, devolvería el favor otorgando gracia a todos aquellos que lo ayudaron.
“Pezzentella” proviene del latín “petere”, que significa “pedir para obtener algo”. Por eso, al “adoptar” la calavera, los fieles cristianos consideraban que podían aliviar parte del dolor que experimentaba el alma “pezzentella” y recibir algún tipo de favor a cambio. Los apéndices auriculares de esta osamenta eran un extra para los creyentes, al considerar que podía escuchar toda clase de oraciones y peticiones de gracia.
Los hallazgos científicos sobre la calavera con orejas.
Sin embargo, la ciencia consideraba que estos cartílagos de las orejas se momificaron naturalmente. Tras un análisis, encontraron que el cráneo perteneció a un varón adulto enfermo de hiperostosis porótica. Este padecimiento promueve la aparición de tejido esponjoso o poroso en el cráneo, probablemente como resultado de una desnutrición crónica. Además, observaron que carecía de una sutura sagital.
Un análisis por radiocarbono determinó que la datación de los restos se ubica entre 1631 y 1668. En 1656, Nápoles fue escenario de un mortífero brote de peste, por lo que existe la posibilidad de que esta persona sea una víctima más. Increíblemente, las “orejas” no resultaron de una osificación o momificación del cartílago de la oreja. De hecho, pertenecían a una porción escamosa del hueso temporal al costado de la cabeza que terminó rotándose para que los bordes curvos apuntaran hacia afuera.
Es curioso, una persona con una deformación así, debía ser notable y quedar registrado en la historia de lo misterioso, como tantas otras enfermedades que se tergiversaron por ignorancia y avaricia.