Entre amoríos tórridos, de esos que te roban hasta la voluntad y te ponen contra la familia, la historia nos ha enseñado que las relaciones amorosas han sido motivo y justificante para toda clase de actos y tonterías.
1 – John Hinckley, seductor asesino.
John Hinckley era un hombre con profundos problemas mentales. Incluso en nuestros días los expertos no han llegado a un consenso sobre su diagnóstico, pero sus acciones corresponden con la erotomanía, un deseo sexual y romántico obsesivo por alguien inaccesible – y la certeza de que dicho deseo es correspondido.
Todo esto empezó cuando Hinckley vio la película Taxi Driver, la popular cinta protagonizada por Robert De Niro. En este largometraje una Jodie Foster de apenas 14 años interpreta a una prostituta menor de edad.
Hinckley se obsesionó por la actriz. Cuando acudió a la universidad en Yale, el sujeto solía rondar el campus, e incluso llegó a platicar con ella en diversas ocasiones. Pero, como la actriz no parecía muy interesada por él, le surgió una “gran idea”. Como en su retorcida mente Jodie sólo se sentiría atraída por alguien igual a ella, Hinckley decidió catapultarse a la fama. La forma más fácil de lograrlo era, evidentemente, asesinando al presidente de los Estados Unidos.
Intentó alcanzar la fama mundial con Jimmy Carter, pero lo detuvieron. Finalmente alcanzó su cometido en 1981, disparando en múltiples ocasiones al recién electo Ronald Reagan. Las cosas no fueron según lo planeado, el presidente sobrevivió y Hinckley fue preso e internado durante más de tres décadas, a pesar que se le declaró inocente justificando enfermedad mental. Incluso en el hospital psiquiátrico, logró contrabandear material sobre su amor platónico.
Después de todo lo que había hecho, Hinckley quedó decepcionado por la falta de reciprocidad de Jodie tras lo que él denominó “la más grande demostración de amor en la historia del mundo”. Sin embargo, Hinckley tenía mucho más que la fama en contra. Tiempo después Jodie Foster se declaró lesbiana.
2 – Solimán, el manipulado.
Como todo buen sultán, Solimán “el Magnífico” tenía su propio harem. El décimo sultán del Imperio Otomano rompió las convenciones sociales al convertir a su concubina favorita en su esposa oficial y principal. Aleksandra Lisowska (Roxelana, Khourrem o Hürrem), además, era extranjera.
Se hizo famosa por promover las disputas políticas entre los asesores del monarca. Y como en aquella cultura la única forma de abandonar el cargo era en un ataúd, Roxelana fue relacionada con la muerte del asesor Ibrahim, que el sultán sustituyó por Rustem, elección que habría sido influenciada por su esposa.
Sin embargo, las cosas fueron bastante mal después de aquel matrimonio impulsivo: Mustafá, primogénito y heredero del sultán, no era hijo de Roxelana. Él y Rustem fueron a la guerra contra Persia. Allá, Rustem escuchó los rumores de que el ejército ansiaba el momento en que Mustafá se convirtiera en sultán, pues Solimán ya no tenía edad para comandarlos.
Ante el temor de ser usurpado por su propio hijo, Solimán le pidió que regresara y se presentara para defenderse contra las “falsas acusaciones”. Mustafá regresó y terminó siendo estrangulado por orden de su padre.
Finalmente se le hizo justicia a Roxelana: en aquella época no existía una política de sucesión en el Imperio. Si uno de los hijos (por lo general, el primogénito) ascendía al trono, sus hermanos eran estrangulados. Era una forma bastante efectiva de evitar las disputas.
Lo único que Roxelana deseaba era proteger a sus tres hijos. Pero le salió el tiro por la culata: el mayor, de salud bastante frágil, murió poco después de la muerte de su medio hermano (la tradición dice que por el disgusto). Los sobrevivientes, Selim y Bayezid, se disputaron el trono hasta que uno ordenó la muerte de la familia entera del otro.
3 – Eduardo VIII, el rey sado.
Eduardo VIII, tío de la reina Elizabeth, era un heredero al trono del Reino Unido que le caía mal a todo mundo. Incluso su padre habría dicho: “cuando muera, ese niño caerá en la ruina en 12 meses”.
A Eduardo le encantaba inmiscuirse en la política, contrario a la política tradicional de no intervención de la familia real inglesa. Pero, más que esto, le encantaban las mujeres: desde prostitutas hasta mujeres casadas, Eduardo se rodeó de amantes desde la juventud.
Evidentemente esto no cambió cuando fue coronado. Eduardo conoció a Wallis Simpson, una mujer estadounidense que se encontraba en su segundo matrimonio y camino al próximo divorcio (los presentó otra amante casada de Eduardo, Lady Furnes). Nadie quería que aquella mujer se convirtiera en reina, ni el público, ni el parlamento y mucho menos la familia real.
Incluso los biógrafos de Eduardo dicen que la relación entre ambos era un tanto extraña. Wallis trataba a Eduardo con desprecio y ofensas. El rey lo disfrutaba. Empezó a divulgarse la historia, según la opinión de la madre del rey, de que Wallis manipulaba al monarca usando sus “desvíos sexuales”. Y es que al rey le encantaba el sadomasoquismo, donde él asumía la parte dominada.
Eduardo decidió casarse con la mujer que apoyaba sus gustos tan peculiares. Y empezó una crisis institucional: los primeros ministros del Reino Unido, de Canadá, de Australia y de Sudáfrica amenazaron con terminar relaciones diplomáticas al instante en que tuviera lugar el matrimonio. Una crisis de esta clase en una Europa llena de tensiones (tan sólo 3 años antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial) dejaría a Inglaterra muy vulnerable.
La oposición iba más allá del ámbito político: ni la ley inglesa ni la Iglesia Anglicana reconocían divorcios que no fueran justificados por adulterio. Y el primer divorcio de Wallis había estado justificado por “diferencias emocionales”. Es decir, si se casaban los acusarían de bigamia.
Eduardo intentó asegurar la corona, pero no le resultó. Finalmente tuvo que abdicar en favor de su hermano Albert, que se convirtió en el rey Jorge VI, padre de Elizabeth II. Eduardo pasó el resto de su vida sumido en la condena social, pero hay males que suceden para bien. El ex-rey era un seguidor de Hitler. Fue a Alemania en 1937, hizo toda clase de saludos nazis e incluso fue fotografiado apretando la mano del führer. Poco tiempo después, Hitler afirmó que “la renuncia [de Eduardo] es una seria pérdida para nosotros. Estoy seguro de que alcanzaríamos relaciones amistosas a través de él. Si se hubiera quedado, todo sería diferente”. Después de todo, gracias Wallis.
4 – Hamilton, el Padre Fundador ingenuo.
Esta clase de burradas sexuales parecen estar arraigadas a la política estadounidense. Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores de la nación, se encontraba en Filadelfia cuando una joven de 23 años, Maria Reynolds, una década más joven que él, acudió a solicitarle ayuda y dinero pues había sido abandonada por su esposo.
El político, en ese momento Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, fue hasta su casa a entregar el dinero. Una vez que llegó a la casa de esta mujer, ella le solicitó que subiera, y le dijo que estaba dispuesta a algo más que conversar a cambio de ayuda financiera. Hamilton, que ya estaba casado, no encontró nada sospechosa esta situación. La aventura se extendió durante un año cuando el esposo de la mujer (que evidentemente sabía todo) se apareció. Sabiendo lo mucho que perdería Hamilton si su affair se hacía público, le pidió una recompensa monetaria. Y pasó a recibir una mesada del amante de su esposa.
A esas alturas, las cosas ya se estaban enfriando y Hamilton quería abandonar la relación. Pero, sin considerar que todo aquello podría estar siendo orquestado por la mujer en colaboración con su esposo, le respondió las cartas románticas donde le solicitaba que se retractara de su decisión.
Y las cosas se pusieron más feas: James Reynolds, el esposo, fue a parar la cárcel. Formaba parte de un esquema de corrupción que desviaba los sueldos a soldados veteranos que participaron en la Revolución estadounidense (en la que Hamilton figuraba como uno de los personajes principales). Durante las investigaciones, intentó llegar a un acuerdo, mostrando las notas de pago de Hamilton – no para revelar su aventura, sino para argumentar que Hamilton era su cómplice.
El político terminó admitiendo su aventura y lo declararon inocente, pero las cartas le fueron entregadas a su rival, Thomas Jefferson. El futuro presidente filtró toda la información a la prensa. La respuesta de Hamilton fue honesta: un comunicado de 95 páginas donde admitía los detalles más sórdidos de su relación, pero negando rotundamente la corrupción. No fue procesado legalmente, pero su reputación quedó por los suelos.
Dejó de ser un candidato relevante para la presidencia. Su hijo, un alumno prodigio de Columbia, se involucró en un duelo en su defensa cuando un compañero de clase ofendió las opiniones y honra de su padre. Murió, y el trauma de la noticia llevó a la hija mayor de Hamilton a un brote psicótico que la dejó internada en una institución psiquiátrica.
5 – Xuanzong y una serie de desventuras.
Xuanzong de Tang fue uno de los emperadores chinos con mayor número de amantes. Un grupo de mujeres jóvenes vivía en la residencia imperial. Dado que la emperatriz oficial era infértil, Xuanzong tuvo un heredero a través de su consorte Wu, la favorita. Tiempo después, el emperador decidió proponer a su hijo a una de las “cuatro mujeres más bellas de China”, Yang Yuhuan, como esposa.
Con la muerte de la consorte Wu, Xuanzong, enlutado, se sintió atraído por la belleza de la esposa de su hijo. Así, le pidió que renunciara al matrimonio para convertirse en una especie de monja taoísta. Después que el emperador encontró una nueva compañera para su heredero, trajo a Yang de vuelta para convertirla en su nueva amante favorita.
A estas alturas, el emperador ya estaba viejo y harto de la política. Disfrutaba más pasar el tiempo con su consorte Yang. La familia de la mujer empezó a sacar ventaja de esto: un primo se casó con la hija favorita del monarca. Otro, Yang Guozhong, recibió altos cargos políticos y militares.
El problema fue que ese primo se enemistó con una serie de grandes generales del imperio. Cada vez que los generales pedían al emperador un castigo para Yang Guozhong, la amante intervenía a su favor. Completamente seducido por la mujer, el gobernante dejó pasar las acciones de su primo político. La situación se fue haciendo tan insostenible que las provocaciones no hacían más que aumentar.
Así inició una de las más grandes rebeliones del siglo VIII. El propio emperador tuvo que huir de su residencia y exiliarse. Pero, en el instante en que salía de casa, la guardia real se reveló. Se rehusaron a dejar pasar al emperador y acordaron exterminar a lo que creían era la raíz de aquella rebelión: la consorte Yang.
Xuanzong no pudo hacer nada y permitió que los militares estrangularan a su amada en un templo budista. Después, las tropas imperiales lograron controlar la rebelión. Al poco tiempo, Xuanzong renunció al trono. Se arriesgó una última vez a recuperar el cuerpo de su amante para darle un entierro digno, pero no fue posible: el cadáver ya se encontraba en descomposición.
Aquella historia de seducción, romance y tragedia fue plasmada en un poema del año 806 llamado Canción del eterno arrepentimiento.
Faltaron 3… Una podría ser la Monica Lengüisky, la otra Cleopatra (que qué manera de ser buena para abrir las patas) o también la Maria Antonieta (no confundir con la de una pata en la cama y la otra en la ampolleta)
Creo que al ser seres sexuados, el sexo es algo que nos cambia la vida de muchas maneras.
Yo leo que la mayoría de las historias son mujeres abusando de su poder sexual.
¿8? canijo yo sólo veo 5 ,sera que las otras tres estas encriptadas en alguna parte de la pagina
en realidad eran 8 pero una chava influenció al buen Hery para que no pusiera los otros 3.
Tome su estrellita
Con el primero estoy totalmente de acuerdo a esa edad la Jodie Foster estaba como para darle por el ogt…