A través de la historia aparecieron impuestos extraños con el único propósito de exprimir todavía más a los contribuyentes. Un fenómeno que se ha apoderado de reyes, dictadores e incluso gobiernos electos democráticamente. Un viejo refrán inglés dice que “en esta vida no hay nada seguro, salvo la muerte y los impuestos”. Y la siguiente lista es un claro ejemplo de los extremos a los que se puede llegar para aumentar la recaudación. Puedes seguir leyendo el artículo o escucharlo en el siguiente video:
Winston Churchill alguna vez escribió: “una nación intentando prosperar a base del incremento de impuestos, es como un hombre parado dentro de un balde tratando de levantarse tirando del asa”. Aparentemente, el sabio consejo del político británico no permeó como debería entre sus colegas.
El extraño impuesto sobre la barba.
Pedro I de Rusia, mejor recordado como Pedro el Grande, decretó un impuesto especial para todos aquellos súbditos que desearan conservar sus barbas. Para 1698, la tendencia en Europa occidental prescindía de las tradicionales barbas y apostaba por un rostro afeitado. El zar deseaba que Rusia se mantuviera al día con la moda y emprendió una lucha contra las barbas.
Empezó por cobrar dos kopeks anuales a todo aquel súbdito pobre que deseara conservar sus vellos faciales. Mientras tanto, los más pudientes debían pagar hasta una centena de rublos por el mismo “privilegio”. La medida era tan estricta que la policía disponía de autoridad para afeitar la barba a los evasores de impuestos. Cuando un ciudadano pagaba su impuesto a la barba, recibía una pequeña moneda de cobre que le autorizaba conservar el vello facial.
Existe el rumor de que Enrique VIII de Inglaterra decretó un impuesto para la barba, aunque no existe evidencia histórica que sustente tal aseveración.
Impuesto al aceite de cocina.
Probablemente, ningún otro gobernante fue tan estricto con la recaudación de impuestos como los faraones del Antiguo Egipto. Para empezar, disponían de un ejército de escribas que garantizaban el pago puntual de los impuestos. Además, el castigo para los evasores implicaba la flagelación o la muerte. Y gravaban desde el grano que se empleaba en la fabricación de la cerveza, hasta el transporte de mercaderías por el río Nilo.
El aceite de cocina también tenía un impuesto especial y estaba estrictamente prohibido reutilizarlo. ¿Cómo crees que controlaba el emperador esta prohibición? Efectivamente, los escribas visitaban regularmente las residencias de Egipto para buscar aceite usado. Si lo encontraban, advertían severamente de las consecuencias de volver a hacerlo. Además, obligaban al infractor a comprar aceite nuevo y pagar su correspondiente impuesto.
Impuestos extraños a puertas y ventanas.
El 9 de enero de 1854, el gobierno de Antonio López de Santa Anna decretó un gravamen sobre puertas y ventanas. Cada mes, todos los inmuebles urbanos y rústicos de la República Mexicana debían pagar impuestos sobre puertas y ventanas. En algunos edificios históricos aún existen vestigios de aquella época, pues los ciudadanos taparon sus ventanas para evitar el pago del impuesto.
Sin embargo, no era la primera vez que se implementaba el extraño impuesto. En la Gran Bretaña de 1696, empezaron a cobrar impuestos por las ventanas como una forma de gravar a los ciudadanos en función de sus bienes. La lógica dictaba que entre más grande era una residencia, mayor número de ventanas debían instalarse. Por eso, el propietario debía pagar más impuestos que una persona de menores ingresos con una casa más pequeña y menos ventanas.
En la teoría esta idea tiene sentido, pero en la práctica resultó un completo desastre. La cosa se complicó cuando nadie se ocupó de establecer las características elementales de una ventana. De hecho, algunos británicos terminaron pagando impuestos por un simple tragaluz y otra clase de aberturas que, definitivamente, no clasificaban como ventanas.
La mayoría decidió tapar sus ventanas para evitar el pago del impuesto. Pero, esto generó un incremento en los casos de viruela, cólera y tifus por la poca luz y escasa ventilación dentro de los hogares. Afortunadamente, el ridículo impuesto a las ventanas quedó derogado en 1851.
El impuesto a la orina.
En la Antigua Roma, la orina era mucho más que una secreción detestable del cuerpo humano. Se consideraba una materia prima que, por su alta concentración de amoníaco, empleaban en toda una variedad de procesos: blanqueamiento dental, curtido de pieles, limpieza de las togas y la producción de lana. Por eso no resultaba extraño observar recolectores de orina en los baños públicos.
Entonces, el emperador Tito Flavio Vespasiano vio en esta actividad la oportunidad de llenar sus arcas. Decretó un impuesto sobre la orina, mismo que debían pagar todos aquellos recolectores y/o compradores de orina pública. “Pecunia non olet” (el dinero no apesta), una locución latina que sobrevive hasta nuestros días, se atribuye a Vespasiano. La frase da a entender que el valor del dinero es independiente de su procedencia.
Y existe otra curiosa anécdota sobre este emperador romano. Él murió en el 79 d. C. durante un episodio de diarrea explosiva. Quizá confundido por la severa deshidratación, Vespasiano gritaba a los cuatro vientos: “Pobre de mí, creo que me estoy convirtiendo en un dios”.
Impuestos extraños a casi todo en la época georgiana.
En la época georgiana, los británicos atestiguaron una avalancha de impuestos extraños nunca antes vista. Recordemos que para ese entonces todavía tapaban las ventanas para no pagar el impuesto, pero el gobierno les recargó la mano todavía más. La guerra impulsada por Gran Bretaña dejó tan vacías las arcas, que las personas de la época tuvieron que pagar impuestos por casi todo.
Los jabones, ladrillos, vidrios, relojes, velas, naipes, sombreros, medicinas, papel tapiz, ginebra, etc. eran productos gravados.
Impuesto a la cobardía.
En la Inglaterra medieval, un caballero podía exentar sus batallas si pagaba lo que se conocía como scutage. Coloquialmente conocido como “el impuesto de los cobardes”, el pago permitía que el caballero evitara el servicio militar en una campaña de su elección. Juan I de Inglaterra, también recordado como Juan sin Tierra, usó y abusó notablemente del scutage. Exigía a los caballeros el pago del impuesto incluso cuando el país ni siquiera estaba en guerra.
Impuestos extraños a los solteros.
Durante el gobierno de Octaviano Augusto, el primer emperador romano, los hombres solteros se las vieron negras con los impuestos. Las familias con tres o más hijos (preferiblemente varones) recibían compensaciones periódicas del gobierno. Pero, los hombres solteros con más de 38 años debían pagar un impuesto por la soltería. Además, se les prohibía asistir a los juegos públicos. Mediante la ley Julia del matrimonio de clases (lex Iulia de maritandis ordinibus), Augusto castigó a los matrimonios sin hijos y hombres célibes.
Tristemente, esta clase de impuestos extraños surgió esporádicamente a lo largo de la historia. En 1695, los varones ingleses con más de 25 años y solteros debían pagar un impuesto, al igual que los viudos sin hijos. En la Unión Soviética también se impuso un impuesto especial a los solteros y familias pequeñas en un intento por frenar el acelerado declive de la población.
Se les olvidó otro impuesto inverosimil durante el sexenio de calderon el famoso IETU, que era un segundo impuesto que gravaba la renta
De 1696 a 1851 , casi 200 años perduró el impuesto sobre ventanas , de locos