Durante muchos siglos, la disciplina médica avanzó a tientas en la completa oscuridad. Cada tratamiento exitoso era producto de numerosos casos de prueba y error. Peor aún, cuando el error no resultaba evidente e inmediato tras la aplicación del “tratamiento” (es decir, el paciente no se desplomaba frente al médico), resultaba difícil identificarlo. Después de todo, los seres vivos somos susceptibles a morir de muchas formas. ¿Quién supondría que ingresar mercurio al organismo de un pobre desgraciado aceleraba su muerte?
1 – El tabaco.
El tabaco es una de las “drogas legales” más letales con las que se recrea el ser humano. Cada año, alrededor de 3 millones de personas mueren como consecuencia del consumo de tabaco. La planta es nativa de América y, desde tiempos precolombinos, se le consideró una panacea con poderes curativos para el dolor de cabeza, indigestión, enfermedades de la piel, el hambre y un gran etc.
La nicotina debe su nombre a Jean Nicot, un embajador francés en Portugal que divulgó los beneficios médicos del tabaco por toda Europa en el siglo XVI. Decían era capaz de curar toda una variedad de problemas respiratorios, como la bronquitis. Incluso se le atribuyó la cura para el cáncer. Solían utilizar el tabaco en forma de pasta, líquido o fumado. Bien podían untarlo sobre la piel afectada o inocular el humo directamente en el recto, con los famosos enemas de tabaco.
Los efectos negativos de esta sustancia para la salud humana empezaron a divulgarse a mediados del siglo XX.
2 – Sustancias radiactivas.
En 1895, Wilhelm Röntgen descubrió la radiación y un año después la medicina ya empezaba a experimentar con los rayos X. Y como la humanidad desconocía la peligrosidad de la radiactividad, los charlatanes empezaron a fabricar remedios con esta fuerza misteriosa. Prometían rejuvenecimiento, energía física e (irónicamente) la cura del cáncer.
El industrial Ebenezer McBurney Byers fue una de las víctimas más celebres de los remedios radiactivos. En 1932, tras ingerir más de 400 botellas de una emulsión llamada Radithor, que le había recetado un médico, murió con el rostro completamente desfigurado y aquejado por numerosos tumores. El Wall Street Journal anunció la muerte del hombre con un titular burlón: “El agua de radio funcionó… hasta que se le cayó la mandíbula”.
3 – La cocaína.
¿Sabes por qué la cocaína se convirtió en una de las drogas recreativas más populares de la historia? Además de anestésico local, funciona como un estimulante de acción rápida. En el siglo XIV, la cocaína se utilizó con esos dos fines: como un remedio para el dolor dental y como principio activo del “vino de coca”. La marca Vin Mariani comercializaba el vino de coca con una etiqueta donde aparecía un padre y su hijo.
El propio Sigmund Freud era un entusiasta de esta sustancia, al punto que llegó a escribir cosas buenas sobre la cocaína y la recomendó a su amigo Ernst von Fleischl-Marxow para tratar su vicio a la heroína. Evidentemente, no funcionó.
4 – El Mercurio.
¿Recuerdas el temor irracional que tenías al Merthiolate? Hoy, ese miedo está más que justificado y no sólo porque ardía sobre las heridas como un demonio. El medicamento original contenía mercurio, aunque hoy ya se comercializa una versión libre del curioso metal que se mantiene liquido a temperatura ambiente y es particularmente pesado.
En el pasado, el mercurio fascinó a los alquimistas que lo recetaban en forma de elixir para prácticamente cualquier afección. El emperador chino Qin Shi Huang llegó a consumir mercurio para obtener vida eterna, aunque su efecto fue todo lo contrario.
En el siglo XIX se comercializó una píldora con 30% de mercurio que se prescribía para los dolores de parto, tuberculosis, estreñimiento y hasta parásitos intestinales. La sífilis llegó a ser tratada con mercurio y la demencia frecuentemente asociada a la enfermedad se debía, principalmente, al uso de la sustancia. Hoy conocemos a la perfección los efectos que produce la acumulación de metales pesados en el organismo, y las fórmulas originales de esos tratamientos fueron sacadas del mercado e incluso prohibidas.
5 – Cadáveres.
En el artículo medicina directo del cadáver exploramos a profundidad el tema; sin embargo, viene muy ad hoc para esta lista. El temor ante un cuerpo en descomposición está tan bien arraigado en nuestra naturaleza que el sentimiento más inmediato es la repulsión. La sola idea de alimentarnos de un cuerpo humano nos hace pensar en la cantidad de enfermedades que podríamos contraer, como la infame enfermedad de las vacas locas (encefalopatía espongiforme) que afligía a las comunidades antropófagas.
En los registros históricos resulta evidente la condena que hicieron los europeos de los habitantes en el Nuevo Mundo por las prácticas de canibalismo. Fue una postura algo hipócrita pues, en la misma época, ellos ingerían partes de otros seres humanos sólo que en forma de píldoras y por “recomendación médica”.
Una variedad de productos derivados de humanos muertos se empleó como cura para los vivos: grasa humana, carne seca, polvo de huesos, polvo de órganos e incluso sangre fresca. Durante la ejecución de los condenados a muerte, era común ver a los presentes recolectando algo de sangre. Los campos de batalla repletos de cadáveres funcionaban como mercados de materia prima para el alquimista farmacéutico.
6 – Las sangrías.
Según la teoría de los humores, la salud de cualquier ser humano dependía de la interacción y equilibrio entre cuatro sustancias esenciales: sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla. A excepción de la primera, incluso hoy no queda claro cuáles eran las otras. Sin embargo, la solución para un “exceso de sangre” era muy lógica: extraer el vital líquido del cuerpo.
Se cree que esta práctica inició en el siglo 5 a.C. con Hipócrates, quien dedujo que la menstruación era un proceso de purificación empleado por el organismo de la mujer e intentó llevarlo a los hombres. Entre más grave la enfermedad, mayor la cantidad de sangre que extraían.
Si llegaba a producirse un desmayo, generalmente cuando se extraía el 30% de la sangre produciendo un choque hipovolémico, se consideraba una buena señal. Como en muchos tratamientos del pasado, la negligencia médica no existía y toda la culpa de una muerte recaía sobre la enfermedad.
Y pensar que hoy existen empresas que dicen curar enfermedades, pero, si estos «científicos» del pasado hicieron grave daño en pro de su bienestar económico, ahora que evitaría que lo hicieran?? eso si, es mejor tener una vida sana y tratar de consumir cosas saludables para no estar en manos de esas empresas, o que sean menores las posibilidades.
Actualmente se hacen estudios y pruebas clínicas, primero en animales y posteriormente en humanos