Las leyendas y relatos protagonizados por Djinns (Jinn, Djinni o Genio) se diseminaron ampliamente por la Arabia preislámica. Prácticamente desconocidos entre las culturas con base católica, los Djinns se consideran entidades sobrenaturales. Se les asocia tanto al bien como al mal, además que se les ubica en un mundo intermedio entre el humano y el de los ángeles. A menudo, se les describe como seres totalmente virtuosos y protectores.
El peligro de invocar a los Djinns.
La siguiente historia es real y le sucedió a un familiar. Esta persona solía divertirse con artes oscuras y pagó un precio muy alto por su descuido. Mi hermana se casó con un musulmán cuya tía estaba muy interesada en dominar ciertas prácticas referidas en el Corán. Supuestamente, si hacía las cosas bien adquiriría muchos poderes. Para los musulmanes, los Djinns son entidades sobrenaturales de naturaleza dual. En algunos suras del Corán se describe la forma para capturar y esclavizar a los Djinns.
Evidentemente, se trata de algo extremadamente peligroso. Es un proceso que debe realizarse en completa soledad, dedicando algunas horas a lo largo de varios días. Para los Djinns resulta muy molesto cuando un humano pretende realizar dicho ritual y hacen su mejor esfuerzo para aterrarlo. Entrar en pánico y/o dejar el ritual a medias es lo peor que se puede hacer, pues si no termina poseído o loco, paga con su vida. Es por eso que este ritual solo se recomienda a los individuos de corazón valiente, que tengan plena fe en Dios y en sí mismos.
Incluso si el ritual para esclavizar al Djinn resulta exitoso, la persona debe ejercer mucho control sobre la entidad. Y es que siempre se corre el riesgo de que el Djinn se vuelva contra su amo y termine matándolo. Con extrema dedicación, deben leer el Salat cinco veces al día y mantener con rigor otras disciplinas religiosas con el único fin de mantener al Djinn bajo control. Siempre que se cumplan estas condiciones, el Djinn obedecerá ciegamente a su maestro y hará todo aquello que se le ordene. Dada la naturaleza sobrenatural de la entidad, el amo adquiere un inmenso poder y riqueza. Pero, siempre se espera que los use para beneficiar a otros.
Todo esto me lo contaron amigos musulmanes, y espero que sí hay un musulmán leyendo esto pueda corroborarlo.
Volviendo a mi historia, la tía de mi cuñado vivía obsesionada con el ritual y siempre buscó hacerlo. Esto sucedió hace 40 años, por lo que considero que su ingenuidad la llevó a ignorar los riesgos, dejándose llevar por la promesa de algo tan excitante. O tal vez solo anhelaba los poderes que se le otorgarían una vez culminado el ritual. Independientemente de sus razones, nunca lo mencionó a su esposo a sabiendas de que el hombre se lo prohibiría. Por eso hacía el ritual cuando su pareja salía a trabajar.
Al principio todo sucedió según lo planeado, pero conforme avanzaba en el proceso se topó con toda clase de fenómenos paranormales. Escuchaba susurros a sus espaldas, veía sombras y extrañas neblinas que emergían de la nada. En el ambiente se percibían cambios bruscos de temperatura, tanto calientes como fríos. Pese al profundo terror que experimentaba, la mujer continuó hasta un punto sin retorno, momento en que los eventos antes referidos crecieron exponencialmente.
Escuchaba aterradores lamentos y gritos a su alrededor, pero también empezó a ver demonios. Para no extenderme tanto, un día la mujer no soportó más y perdió el conocimiento en medio del ritual. Esta parte de la historia la contó ella misma a su esposo y familiares más tarde, aunque su versión estaba llena de incoherencias y la narrativa plagada de lagunas de información.
Cuando el esposo llegó a casa, encontró a la mujer desmayada en el suelo con el Corán sobre el pecho. Rápidamente dedujo lo que sucedió. Sin embargo, nunca imaginó lo lejos que había llegado su mujer en el ritual. Durante días experimentó fiebres altísimas y la dieron por muerta varias veces. Tras la interrupción del ritual, la mujer nunca pudo terminarlo.
Cuando salió de letargo, sus familiares advirtieron un cambio significativo en su comportamiento. Aquella mujer otrora alegre y afable, se convirtió en una persona fría y calculadora, a veces siniestra. Dejó de hablar con todas sus amigas y se sentaba largas horas a tejer en completo silencio. En múltiples ocasiones, sus familiares la atraparon mientras los vigilaba con una mirada malévola. Ocasionalmente experimentaba episodios de locura, momento en que emergía una voz masculina y gutural.
Una vez, la suegra de esta mujer se llevó el susto de su vida cuando le ordenó que le sirviera un vaso de agua con la voz de su fallecido esposo. Incluso los hijos tenían miedo de quedarse a solas con su madre. Cierta ocasión, mi hermana estaba sola esperando a mi cuñado por la tarde noche, cuando esta mujer irrumpió en la casa para decirle que se quedaría hasta que llegara su sobrino. Como muchos de los familiares de mi cuñado, incluida esta mujer, vivían en el mismo edificio, no era algo tan raro.
Pero en esa época mi hermana solo tenía unos meses de casada, estaba embarazada y ya había escuchado la historia. Me dijo que tuvo miedo de morir y sintió un alivio enorme cuando finalmente su esposo regresó del trabajo. Escuché esta historia hace unos 25 años, y hace mucho tiempo que mi cuñado murió. Desconozco lo que sucedió con la desafortunada mujer y si su extraño comportamiento aún se mantiene.
Mi encuentro con un Djinn.
Durante la pubertad y buena parte de la adolescencia me involucré con la Wicca. Solía practicar hechizos mágicos con mis amigos y en mí misma. Sé que suena un poco extraño, pero en Asia tenemos una forma peculiar de practicar la magia negra. Sin embargo, desde que vi la película The Craft me adentré de lleno en el mundo del ocultismo. Después de algunos años, toda mi habitación estaba pintada de negro y en el suelo dibujé un enorme pentagrama. Las cortinas siempre estaban cerradas, por lo que el lugar era muy oscuro y debía encender velas para no andar a ciegas.
Parecerá extraño, pero en aquel lugar me sentía segura. Recuerdo que alguna vez lancé una maldición sobre una compañera de escuela que buscaba intimidarme. Una semana después, tropezó con una alcantarilla y terminó con un brazo roto. A esa edad realmente creí que mi hechizo surtió efecto. Empecé a tomarme cada vez más en serio la magia. Las noches se hacían cada vez más raras y empecé a sentir una extraña inquietud cuando apagaba las velas en mi habitación.
Aquella fatídica noche recuerdo estar meditando en mi mesa de estudio, que se encontraba muy cerca de la ventana. La habitación estaba iluminada por una sola vela que coloqué sobre un plato frente a mí. Era mi peculiar forma de adorar a Freya. Tras esa sesión de meditación que se extendió por varias horas, apagué la vela y me recosté en la cama. El sueño se apoderó de mi con una deliciosa paz. Minutos después, desperté sacudiéndome violentamente.
Un dolor insoportable en el pecho hacía que gritara con todas mis fuerzas, pero de mi garganta no emanó un solo sonido. Una cosa alta, verde y aterradora con los cabellos desaliñados me oprimía el pecho desde la parte derecha de mi cama. No tenía rostro, pero su tacto era extremadamente frío. Me paralicé, ni siquiera podía respirar y aunque estaba invadida por el pánico no podía mover un solo músculo de mi cuerpo. Aquella cosa tenía los brazos extremadamente largos y, por si fuera poco, carecía de piernas. Del tronco para abajo no había nada.
Jamás podré arrancar esa imagen de mi mente. Tras lo que parecieron horas en agonía, aquella cosa verde simplemente se esfumó. Milagrosamente, pude gritar con todas mis fuerzas hasta que mi padre entró en la habitación y me dijo que despertara. No quería abrir los ojos pues la oscuridad de aquella habitación me aterraba. Debo admitir que me volví loca y empecé a gritarle a mi padre. Él dijo que me haría una ablución para tranquilizarme. Me llevó hasta su habitación y me dijo que debía abandonar las prácticas de ocultismo, concentrarme en ser una persona pura y limpia.
También mencionó que aquello que me atacó en la habitación pudo ser un Djinn, probablemente intentando saber si podía sacar algún provecho de mí. Me inquietó saber que mi tío, el hermano menor de mi padre, le comentó en varias ocasiones que en mi habitación existían «cosas». Él vive en Malasia y se gana la vida como curandero espiritual, pero casi nunca visitaba nuestra casa por la misma razón.
Tras esa experiencia pinté mi habitación de blanco, tiré todo el material de hechicería y empecé a rezar y creer en el Creador. Aunque algunas veces siento curiosidad por volver a la magia negra, aquella noche sigue viva en mi memoria. Desde entonces padezco fobia a rincones oscuros y lugares vacíos. Mi temor se volvió tan grande que no he vuelto a dormir con la luz apagada.
El Djinn invocado con la Ouija.
Esta es una historia real que sucedió a principios de la década del 90. Por aquel entonces tenía 16 años, y con un grupo de amigos nos entreteníamos experimentando con la Ouija. Jamás conseguimos un tablero real, pero construimos uno con un trozo de madera, recortes y un vaso de vidrio que servía como guía. Cierta ocasión, acordamos reunirnos en un apartamento al oeste de Londres. La casa era de un alcohólico llamado Jimmy. Solíamos llevarle algunas latas de cerveza para que nos dejara relajarnos en su propiedad, y siempre nos recibía gustoso.
Aquella vez, Jimmy estaba tan borracho que se fue a dormir a otra habitación. Aprovechamos el momento para montar el tablero ouija sobre el comedor. Éramos seis, pero solo cuatro nos atrevimos a participar. Encendimos cuatro velas, una en cada rincón de la mesa, y nos dispusimos a llamar al espíritu del famoso explorador Marco Polo.
Aproximadamente un minuto después, el vaso empezó a dibujar la figura de un «8» o infinito. Le preguntamos si estaba presente y el vaso se desplazó a la palabra «SÍ». En medio de aquel nerviosismo y excitación, encendimos cigarrillos aprovechando las llamas de las velas. Por mi visión periférica distinguí la sombra de uno de mis amigos sobre la pared, pero de su cabeza salían dos cuernos enormes. En tono burlón le dije «Sam, te pareces a Satanás», y todos empezaron a reír.
Cuando puse mi cigarrillo en el cenicero de cristal, el recipiente se partió en cuatro pedazos. Algo tan simple provocó gran terror en todos los presentes. Salimos en estampida hacia la puerta y, en el intento por abandonar el apartamento, algunos terminaron en el suelo. No podía dormir aquella noche, eran las 3:43 a.m. y por alguna razón me sentía muy incómodo en la cama. Cuando me disponía a levantarme por un vaso con agua, distinguí un ser de casi 1.5 m de altura que portaba una túnica y estaba a los pies de mi cama.
Intenté gritar, pero antes que pudiera salir cualquier cosa de mi boca, una fuerza descomunal me lanzó contra la cama y un peso enorme se posó sobre mi cuerpo. Recuerdo que me estiraron los brazos hacia los lados y no podía moverme ni hablar. Todo esto duró unos 30 segundos, y en ese tiempo mis oídos percibieron un extraño sonido agudo.
En medio del aterrador encuentro pensé que estaba muriendo, pero el sonido se desvaneció lentamente hasta que recuperé el movimiento. Me aterró tanto lo que acababa de pasar, que me quedé allí sentado durante más de 2 horas hasta que amaneció. Cuando escuché que mi padre despertó, lo llamé para que fuera a mi habitación. Le conté lo que me había pasado y al principio creyó que se trataba de una pesadilla. Pero, le conté que tal vez un djinn me había seguido hasta la casa.
Bajamos a la sala y me sirvió un té. Después, se dirigió al sótano y volvió con una placa para colgar en la pared que tenía plasmado un verso del Corán llamado «Ayatul Kursi» (Verso del trono). Me dijo que colgara eso en mi habitación y aquello que vi la noche anterior no se atrevería a volver. Hice exactamente lo que me indicó mi padre y jamás tuve otra experiencia similar en esa casa. Sin embargo, entre sueños alcancé a distinguir la forma real del djinn que me persiguió. Desde entonces me casé y tengo dos hijos maravillosos, pero la mala suerte no dejó de seguirme. En los últimos años, tuve varios encuentros con fuerzas demoníacas, algo que atribuya a mis experiencias con los tableros Ouija.