Antes de la llegada de los «Cazadores de Microbios» a la historia de la humanidad, los médicos andaban a tientas en la oscuridad cuando se trataba de hacer medicina. Y es que peor aun que no saber que enfermedad aquejaba a un desgraciado, era no entender el origen de los males. Pero una cosa quedó en claro: el cuerpo humano tiene una capacidad increíble para curarse así mismo dándole tiempo y oportunidad. Pero cuando ese no era el caso y la enfermedad persistía, llegaba el momento de intervención «profesional». Muy a menudo eso se traducía en procesos desagradables tanto como para el paciente como para el doctor, como verás en estos 10 remedios naturales que te podrían hacer sentir un poco enfermo.
10. Cura a un dolor de muelas: torturar a un topo.
Este remedio viene de un libro de prescripción médica del siglo XVII: para curar el dolor de muelas, atrapar a un topo vivo, colocar en una olla de latón, asegura la tapa y dejarlo perecer en una muerte agonizante de deshidratación y / o de hambre. Una vez que el sufrimiento de la pobre criatura haya llegado a su fin, corte su cuerpo pequeño y peludo, para remover las vísceras, y seque el resto cerca del fuego.
Mantenga las piezas del topo, ahora momificadas, en la herida. ¿No tienes las agallas para escuchar la desesperada lucha del topo para escapar de la cruel trampa? Otro libro aconseja cortar el pie de un topo vivo y colgarlo alrededor del cuello. Este método fue utilizado también para tratar de calmar los efectos de la dentición en los bebés. No hay nada mejor para decir «Mamá te ama», que partes de animales recién mutilados.
9. Curar la inflamación de ojos: escupir y limpiar.
Un ingrediente tradicional para los tratamientos de la tiña y las verrugas, «saliva en ayunas» – la primera saliva en la boca al despertar por la mañana, se utilizó también para las inflamaciones oculares. Si fue lo suficientemente bueno para Jesucristo (Marcos 8:23-25), los médicos contaron con que era lo suficientemente bueno para ellos. La saliva se aplicaba directamente a los ojos inflamados.
Y no necesariamente la propia saliva del paciente, claro está. Bien podría suceder que el médico sintiera la necesidad de trabajar su saliva y probar suerte. O un extraño podría ser contratado para donar a la causa. ¿No estás con ánimo de tener a alguien escupiendote en el ojo? ¿Qué hay de la baba de caracol? O mejor aún, el líquido que queda después de que los caracoles vivos son hervidos en vinagre. Una delicia.
8. Para dejar de lactar: visita al herrero.
Puede llegar un momento en que un niño está siendo destetado y una madre lactante quiere secar su leche materna. O tal vez la nueva mamá no quiere dar el pecho en absoluto, pero la madre naturaleza tiene otros planes. En algunas partes de la Europa del siglo XIX, las mujeres con los senos hinchados de leche acudían al «agua de herrero«.
Los restos en el balde de agua utilizada por los herreros para sumergir sus candentes instrumentos – como la forma más rápida de lograr su objetivo. El agua se derramaba sobre los pechos y se dejaba secar. Supuestamente, de alguna manera el agua se había cargado con el calor de la fragua del herrero, y el calor hace que las cosas sequen, ¿no? Por cierto, el agua de herrero también fue utilizado como un tratamiento para el herpes nasal, muy probablemente bajo el mismo principio.
7. Cura para la gota: azotar hasta el cansancio.
La gota es una condición dolorosa, no hay duda al respecto. Sin embargo, la lógica de luchar contra el dolor con más dolor se me escapa, pero no escapó a los médicos de la antigüedad, que recomendaban a los pacientes que sufrían de gota azotarse a sí mismos con ortigas hasta que su piel estuviera inflamada y con ampollas.
Algunos pacientes preferían tener un siervo con látigo que los azotara, o el propio médico se encargaría del tratamiento. O tal vez la muy amable señora en el burdel local, estaría entusiasmada de practicar el tratamiento al paciente por sólo unos pocos dólares extra. ¿Funcionaba? No, pero mantenía a la mente ocupada con otra cosa por la que sufrir.
6. Cura para la gingivitis: haga gárgaras con orina.
¿Sufres de sangrado, inflamación de las encías, dientes flojos y un olor nauseabundo? El cepillado dental y la higiene bucal no eran comunes en el siglo XVIII, y la odontología consistía principalmente en arrancar o cincelar dientes podridos mientras el paciente gritaba en agonía. Sin embargo, la ayuda estaba a la mano para los valientes de corazón, o aquellos desesperados por probar todos los recursos naturales disponibles para el alivio, sin importar lo extraño y bizarros que fueran.
Un médico francés de la época abogó por hacer gárgaras con orina para curar la gingivitis. Con la propia orina del paciente por la mañana, por su puesto. A menos que hubiera un bebé a mano, o una mujer de costumbres respetables, se podía conseguir la orina fresca, caliente y directamente de la fuente. Mientras algunos creen que la orina tiene propiedades antisépticas, la idea de hacer gárgaras con pis no entusiasma mucho a nadie.
5. Problemas del hígado: un piquetetito.
En siglos anteriores, los médicos acudieron a la jeringa – la jeringa de enema o lavativa, no la hipodérmica – para tratar una serie de enfermedades. La «medicina» inyectada en los intestinos del pobre paciente variaba en función del efecto que el médico quería producir. No sólo se inyectaba agua, sino también caldo, hiel de buey, opio, vino, té e incluso el humo del tabaco podía ser ser introducido.
Para los que sufrían de enfermedades del hígado como la cirrosis, el remedio a aplicar fue una serie de enemas de orina. No necesariamente la del paciente, sino cualquiera que médico pudiera utilizar. Para los casos severos, la jeringa enema se llenaba con una mezcla de orina y café fuerte para conceder una sacudida de cafeína con poder curativo.
4. Tratar la ictericia: estiércol de oveja.
Para tratar la ictericia en el siglo XVIII, un vino blanco perfectamente respetable era arruinado agregándole una cantidad de excrementos de oveja para crear una tintura alcohólica de caca. Caca de oveja, para ser precisos. Una copa de este brebaje, animada por la mezcla de azafrán y cúrcuma, era tomada por el paciente la noche antes de dormir. La farmacopea hace notar que el paciente debe tener cuidado para evitar contraer un resfriado con la medicina al «provocar un ligero sudor».
Si supieras que tenías que beber un vaso de mierda de oveja justo antes de dormir, ¿no crees que estarías totalmente sudoroso? Por supuesto, si esto es demasiado problema, sólo tienes que añadir un poco de estiércol de oveja fresca en una taza de cerveza, dejar reposar toda la noche y tomar de un solo trago en la mañana. El desayuno de los campeones, estoy seguro.
3. Purifica la Sangre: una cucharada de excrementos de insectos.
«La miel de pino», es un nombre antiguo dado a las secreciones de una especie de áfido, o en términos simples, caca de insecto, mezclada con zarzaparrilla y flores variadas para producir un jarabe medicinal que se suponía iba a purificar la sangre del paciente. Se creía que era especialmente eficaz cuando se utilizaba junto con la purga. La administración de laxantes fuertes mantenía al paciente anclado al orinal o asiento por encima de la fosa séptica (si tenían la suerte de tener uno) en una época antes de que existieran los inodoros o el papel suave para limpiarse.
Tal vez después de muchas poderosas purgas, ya no importaba si el médico inducia cucharadas de excrementos de insectos en la boca. Seguramente nadie se sentía purificado, pero cualquiera que hubiera estado pegado a la bacinica durante tanto tiempo diría que si.
2. Cura para la tos: babosas y gusanos.
En el siglo XVII, si se sufría de una tos molesta y persistente, el mejor remedio se podía encontrar en el jardín. Las babosas y los gusanos de tierra «de tamaño mediano» eran magullados por ser ligeramente machacados con un objeto contundente. Los gusanos se cortaban aun con vida, y luego se añadían junto con las babosas a una olla de agua de manantial, se calentaba hasta su ebullición y se vertía sobre acebo confitado.
Si las babosas no estaban disponibles, los caracoles ordinarios podrían servir, pero el doctor tenía que sacar las conchas después. Un litro de este líquido sospechoso era mezclado en medio litro de leche y bebido por el paciente. Se decía que la mezcla también que curaba la tisis, otro nombre para la tuberculosis.
1. Curar el asma: ingerir una rana.
No existían los inhaladores para asmáticos en los siglos XVIII y XIX. En cambio, los médicos recomendaban tragar una rana joven cada día. Una rana viva. Se podía untar con mantequilla si el paciente tenia dificultad para tragar al anfibio que luchaba en su garganta. Una versión un poco menos traumática (o más, dependiendo del punto de vista) era introducir una rana viva en la garganta del paciente y dejar a la rana luchar desesperadamente por su vida, hasta que finalmente moría.
Se suponía que las agonías prolongadas ayudaban a la condición. Si el paciente era incapaz de manejar lo de la rana, un puñado de arañas vivas podían ser un buen sustituto.
Es evidente que la cura puede ser peor que la enfermedad, especialmente en los días de los tatara-tatarabuelos. Gracias a la bondad de la medicina moderna todo ha evolucionado más allá de beber pis y de comer caca… aunque las sanguijuelas y los gusanos están de vuelta.
muy bien
Mis abuelas tienen sus remedios. Como cuando tienes tos, flemas, gripa o dolor de cabeza, tienes que tomar cucharadas de miel con limón y dormir con una bufanda roja alrededor de la garganta y de un día para otro o en una siesta se quita.
Existen aún muchos remedios medievales que usan mucho los costeños como cuando un molusco te espina los pies, mojarte con pis la herida para que cure o los militares como Bear Grills, ese tipo puso varios remedios en sus programas ¿Apoco no?
falto el caldo de zopilote y el caldo de hueso de zorrillo segun eso muy buen antibioticos
hablando en serio ay remedios hoy en dia que se siguen usando pero no tan locos como estos, como para una hemorragia de una herida con la telaraña de algun rincon de tu casa untarla sobre la herida o la orina de uno mismo.
falto el de si eres tartamudo te metes una chicharra a la boca para hablar perfectamente sin tartamudear, el dolor de estogamo era calentando una tortilla en el comal hasta que se tueste y ponerla en la panza y se calma el dolor. remedios de la aguela del norte algunos funcionan
aqui en mexico estaba el sangrado, alla por el siglo XVIII, en ciertas enfermedades al paciente se le introducia una aguja con manguera en alguna vena y se juntaba la sangre en una cubeta y listo otro remedio para el mal de estomago de esa epoca era hervir un jabon con miel y otras cosas y ese atole se le hacia tragar a el enfermo, la fuente de esto es el libro el periquillo sarniento una autobiografia del siglo 18 esta en internet el libro
dafuq
¡No inventes! Prefiero seguir enferma antes de probar alguno de estos remedios. Felicidades por el blog y estoy esperando con ansia las marcianadas